Por: Javier Biardeau
Antes del 8-D y pasado un año
del “Golpe de Timón”:
Bolivariano del Siglo XXI”?
“(…)
dirigiendo junto al pueblo siempre, y subordinado a los intereses del pueblo,
los destinos de esta Patria”.
(Chávez; 8-12-2012)
1.- INTRODUCCIÓN:
La cita que introduce nuestro punto
de vista en el presente documento pretende estimular un debate colectivo cada
vez más necesario. Hace referencia al paradigma crítico de
dirección y gobierno que pueden desprenderse de manera muy sintética en
reflexiones de Simón Rodríguez sobre el aprendizaje colectivo del
auto-gobierno, que desde nuestro punto de vista es el horizonte hacia el
que se mueve una democracia participativa, protagónica, deliberativa y
tendencialmente de ejercicio directo de la soberanía popular.
Esto nos lleva al tema central de la
lógica de la política hegemónica, política que ha sido descuidada o
dejada de lado por quienes siguen atados a una concepción estalinista de la
política revolucionaria (en esta última, se trata de imponer y vencer, no de
deliberar y convencer) inspirada en la obra de “Gramsci”: no se trata de mandar
por un lado, ni de ciega obediencia, por el otro. Se trata de revestir de
prestigio (de auctoritas ([1])), de liderazgo intelectual y
moral a la función de Gobierno, siempre dirigiendo junto
al pueblo y subordinado a los intereses del pueblo, como señaló con meridiana
claridad Chávez al designar a Maduro como su sucesor el 8 de diciembre de 2012 ([2]). De manera que mientras la mayor parte
de la atención pública se concentró en el rostro y nombre del sucesor, pocos
dieron cuenta de las condiciones para que su legitimidad política tuviera viabilidad
en el nuevo proyecto histórico.
Desde mediados del año 2013, corrientes
revolucionarias del pueblo bolivariano han venido asumiendo el reclamo de
un viraje hacia la izquierda ([3]) de la política del
gobierno en el ámbito económico y social asumida por el Presidente
Maduro en el llamado Gobierno de Calle, demandando ir más allá de la
estabilización del sistema político y social venezolano, luego de la
partida física del Presidente Chávez y de los complejos escenarios que se
abrieron a partir del 14 de abril de 2013. Cabe la pregunta: ¿Qué significa
virar hacia la izquierda? Significaría, siguiendo la concepción sintética de
Frei Betto: optar por los pobres, indignarse ante la exclusión social,
inconformarse con toda forma de injusticia o, como decía Bobbio, considerar una
aberración la desigualdad social. Significaría para Marx en sus pulsiones de
juventud: echar por tierra todas las relaciones en que el ser humano sea un ser
humillado, sojuzgado, abandonado y despreciable.” (Marx; Introducción a la
crítica a de la filosofía del derecho de Hegel), y como señalo Engels en su
discurso ante su partida física: “Pues Marx era, ante todo, un revolucionario.
Cooperar, de este o del otro modo, al derrocamiento de la sociedad
capitalista y de las instituciones políticas creadas por ella, contribuir a la
emancipación del proletariado moderno, a quién él había infundido por
primera vez la conciencia de su propia situación y de sus necesidades, la
conciencia de las condiciones de su emancipación: tal era la verdadera misión
de su vida.” ([4])
Virar hacia la izquierda,
entonces, es re-encontrar la trayectoria de una praxis política situada hacia
determinada dirección, contenido y alcance; más aún si se trata de una
izquierda que pretende además, de acuerdo a lo contenido en el llamado Programa
de la Patria, ser radicalmente democrática y revolucionaria, no simple
real-politik de gobierno subordinada al interés pragmático de “mantenerse en el
poder por el poder mismo”. Cabe analizar aquí la ubicación de una práctica
política, sus acciones, discursos e ideas, en el contexto del análisis de un
espectro político ([5]).
Ciertamente, la coyuntura inmediata
al 14 de abril exigía un proceso de re-acomodo de las fuerzas sociales y
políticas del campo bolivariano, en un contexto de clara ofensiva
de la derecha nacional e internacional, que impulsada por su
capacidad de control de recursos estratégicos de poder en el campo económico e
ideológico-mediático, y dado su progresivo crecimiento electoral ([6]), estimuló una estrategia de “asedio,
desgaste y derribo”, para a corto plazo intentar producir el colapso de la
revolución bolivariana ([7]), bajo el supuesto psicosocial de que “su
base social de apoyo” se encontraba “huérfana” de dirección y “desmoralizada”.
En este contexto y de manera
correcta, en el ámbito internacional el alto gobierno enfatizó
inicialmente una contra-ofensiva para lograr acuerdos y
reconocimientos en el espacio geopolítico internacional, para intentar
otorgarle mayor sustentación a la victoria obtenida por el campo bolivariano
luego del 14 de abril del 2013. En el ámbito nacional, se
intentó una aproximación a los factores políticos “de oposición” (“los menos
extremistas”), para construir una base de consensos mínimos, bajo
la premisa del pleno reconocimiento de la Constitución, las leyes, las
instituciones del Estado y la victoria electoral del Presidente Maduro. Se
intentaba así manejar un esquema político de “pactos tácitos mínimos”, que a
partir de los resultados del 14 de abril estaban completamente resquebrajados,
pues aunque la ausente dirección política-partidista del proceso (sobremanera
el principal partido: PSUV) no lo asuma con la mayor responsabilidad histórica:
existe evidencia muy clara de una crisis electoral de la revolución
bolivariana, que no es nueva ni aplicable exclusivamente el año 2013, sino que
viene al menos desde el año 2007, que tuvo su palmaría expresión en el año 2010
(elecciones parlamentarias). De manera que una cosa son las maniobras para
sortear una crisis, otra es el auto-engaño intencionalmente asumido. Allí está
el análisis de brechas, respaldo que se maneja a vox populi, independientemente
de las burdas maniobras de distracción de la atención colectiva:
Este segundo esfuerzo de logro de
pactos mínimos de gobernabilidad, fue en los hechos bloqueado, por presiones
extremas de los factores internacionales que apoyan a los sectores radicales de
la derecha opositora ([8]), quienes se atrincheraron en la matriz
de “fraude electoral” y “desconocimiento de las instituciones del Estado”, tal
como siguen insistiendo desde sus principales voceros: Henrique Capriles ([9]), Leopoldo López ([10]), María Corina Machado ([11]) y Antonio Ledezma ([12]).
En este complejo cuadro de
circunstancias, la dirección del proceso bolivariano intento avanzar en el
ámbito económico con medidas de acercamiento a sectores económicos capitalistas
([13]), tanto fracciones financieras,
productivas como mediáticas, intentando llegar a acuerdos y compromisos,
al mismo tiempo que ocurría paralelamente un acontecimiento inédito en el campo
ideológico-mediático ([14]): la salida del aire de algunos
voceros del campo revolucionario ([15]) en el Sistema Bolivariano de
Información y Comunicación. Esta última situación dejo un sabor amargo y
voces de descontento en el ámbito de los movimientos sociales y colectivos populares
revolucionarios ([16]).
En el ámbito socio-económico,
comenzaron a surgir voces de inquietud y alerta ([17]) sobre algunos síntomas preocupantes en
materia de indicadores y variables en materia económica ([18]).
Se comenzaron a percibir graves
señales de indecisión y parálisis en el equipo económico de gobierno, que hasta
principios del mes de noviembre ([19]) por lo menos, influyeron en
percepciones muy negativas sobre las expectativas ante el futuro
económico del país. Por primera vez en muchos años, la agenda del gobierno
bolivariano parece perder la sintonía necesaria para abordar las necesidades
sentidas, aspiraciones y demandas del “rumor de la calle”, la población fue
afectada fundamentalmente por la situación de precios y cantidades de los
principales productos de la canasta básica normativa y familiar ([20]). De manera que el índice de escasez en
el mes de octubre fue de 22, 4%:
En principio, sectores del alto
gobierno actuaron bajo la premisa de encontrarse frente a fenómenos de
desequilibrio y distorsiones, inherentes al funcionamiento específico de la
economía venezolana; y que por tanto, bastaría restablecer algunos
pactos y tomar decisiones parciales en materia de política cambiaria, monetaria
o incentivos fiscales para afrontar un desajuste de carácter
coyuntural ([21]).
Lamentablemente, la percepción de
estos sectores no era correcta, y sigue aún sin dar cuenta de los enormes
rezagos de carácter histórico-estructural que se han venido acumulando
en el sistema socioeconómico venezolano; además en medio de una cada vez más
urgente clarificación de criterios sobre la transición al socialismo ([22]), de sus fuerzas motrices y
dirigentes, del carácter de clase del ejercicio de poder para asumir estas
tareas políticas. Como es posible constatar, la evolución del
crecimiento del PIB en los últimos 5 años, aún con todas sus insuficiencias
como indicador de desarrollo integral, muestra que algo está haciéndose mal.
Incluso recientemente, el presidente
del Banco Central de Venezuela, Eudomar Tovar, ha reconocido ([23]) que la economía no crecerá el 6 % que
el Gobierno se había fijado como meta para el año 2013, pues sólo se ha
acumulado una expansión de apenas 1,4 % en los primeros nueve meses. Si la tasa
de crecimiento de la población es de aproximadamente 1,5 %, entonces la
conclusión posible es que no habrá crecimiento real alguno.
En el sistema económico, los sectores
que más han crecido son aquellas actividades no directamente productivas, como
la banca, el comercio, las telecomunicaciones y los servicios. El Producto
Interno Bruto (PIB) creció sólo un 1,1 % en el tercer trimestre, una
desaceleración tras haberse expandido un 2,6 % en el segundo. De manera, que la
llamada "feroz guerra económica" debe leerse con mucha atención en el
contexto de una crisis mucho más profunda que toca aspectos estructurales del
sistema económico, y sobre todo del comportamiento de sus principales agentes,
grupos, sectores y clases.
Nos quedamos en la superficie si sólo
le prestamos atención a una interpretación de la inflación acumulada de
45 % en los primeros nueve meses del año, si la explicásemos exclusivamente en
su relación con procesos especulativos o de desabastecimiento programado que
efectivamente están presentes; si negásemos adicionalmente que la economía
venezolana está bordeando los límites de un proceso de estancamiento productivo
interno con alta inflación. Si la agricultura, la agroindustria y la industria,
no adquieren un nuevo dinamismo, si el sector petrolero y sus actividades
conexas no son más eficientes, si el manejo de la política monetaria y del
gasto público no son revisadas, para evitar signos de despilfarro y graves
filtraciones vía corrupción, no se derrotarán las causas estructurales de la
inflación.
Desde el año 2009, la economía
venezolana viene dando señales de alerta. Ciertamente, no hay que caer en el
economicismo técnico, soslayar que existen comportamientos propiamente
políticos de los agentes económicos que inciden en variables claves, de grupos
económicos de poder y del sector empresarial en alianza con factores políticos
de oposición. De manera que un análisis macroeconómico convencional, requiere
de una mirada de crítica a la economía política y a la política económica, y
analizar la coyuntura económica en el marco de un juego de poder entre actores
sociales y políticos. No hay macroeconomía sin macro-política.
Así mismo, se precisa diferenciar la
política bolivariana de cambio estructural, de los intereses de los grupos
económicos y los sectores sociales de base que operan en las
distorsiones y desequilibrios que bloquean la triple transformación de:
a) las relaciones sociales de producción, con
su estructura de mando y división jerárquica del trabajo,
b) las relaciones de fuerza
político-institucionales que las reproducen,
c) las fuerzas productivas; esto es, de las
capacidades sociales de ampliación de inversión y la diversificación productiva
requerida para impulsar un modo de crecimiento endógeno,
productivo, socialista ([24]) y sustentable en el
sistema socio-económico del país.
A las fortalezas institucionales de
Fedecámaras, Consecomercio, Asociación Bancaria Nacional, Conindustria o
Venamcham no se les derrota en el campo de los intereses de poder con un
movimiento obrero, clasista y revolucionario menguado, dividido, fracturado,
con un gobierno cuyo gabinete no muestre unidad de criterios políticos para
avanzar en la revolución, con un aparato de estado completamente atravesado por
las lógicas de los intereses dominantes. Aquí caben las advertencias de quienes
analizando las tensiones del gobierno de la unidad popular en Chile, llegaron a
la conclusión obvia de que llegar al gobierno no es lo mismo que
controlar el poder del Estado, y que incluso en avanzar en el Poder del
Estado, no implica doblegar el poder económico y social de los sectores
dominantes. No es sólo con un partido electoral mayoritario, ni con la
ocupación de cargos en las funciones del gobierno y del Estado que puede
modificarse radicalmente una correlación de fuerzas entre clases, grupos y
sectores. Y si a esto se le agrega el proceso de aburguesamiento de las fuerzas
políticas propias, ocupando cargos y manejando recursos públicos, entonces el
vacío programático e ideológico rinde sus saldos desfavorables. La
revolución ha quedado bloqueada por una crisis de dirección revolucionaria.
Esta tarea pasa por modificar
radicalmente las relaciones de fuerzas entre grupos, sectores y clases,
lo que conlleva colocar como centro de la política económica y social no sólo
los aspectos distributivos y redistributivos, sino la problematización de
la función social de la propiedad y de las relaciones
sociales de producción dominantes; esto es, la necesidad de privilegiar la
transición hacia formas de propiedad colectiva y social, frente a
la actual hegemonía de la propiedad privada capitalistasobre los
principales medios de producción e intercambio, en el marco de los criterios
posibles de economía mixta contemplados en el Ordenamiento
Constitucional.
De esta forma, en esta etapa de transición
al socialismo, el sistema socioeconómico venezolano no deja de presentar
las tensiones inherentes de una economía mixta que intenta romper con
el consenso mundial ortodoxo de corte neoliberal y la diseminación de la tesis
de la “sociedad de mercado total”. Se trata de un régimen de economía
mixta alternativo y sui generis, reconocido en el Ordenamiento
Constitucional vigente en función de la realización de una “sociedad justa”, de
un “Estado social y democrático de derecho y de justicia” conjuntamente con el
el ejercicio directo e indirecto de la soberanía popular (CRBV-Principios
Fundamentales, arts. 3 y 5); cuyas características concretas y
efectivas (más allá de Normas Constitucionales que expresan cierta plasticidad
para efectos del despliegue del pluralismo político), adquieren un peso
específico que se inclina (en la actual práctica social) a privilegiar
aún a los sectores del gran capital nacional e internacional, a sus fracciones
especulativas ([25]), bajo el funcionamiento de
mercados oligopólicos y de competencia imperfecta en gran parte de los
rubros, ramas de actividad y cadenas de valor; razón por la cual, no
basta enfrentar estos rasgos con medidas de supervisión, fiscalización o
inspección estatal o gubernamental (que intentan regular y supervisar, por
ejemplo, la relación entre “Precios, Costos y Ganancias”), sino que implica
pasar a considerar una modificación estructural de las relaciones de
poder en el ámbito económico, que permitan lograr el objetivo de la efectiva
democratización económica, así como la constitución de un área
socioeconómica de propiedad colectiva bajo control de los productores sociales
directos; es decir, de los trabajadores y el poder popular organizado, con
la ampliación de la socialización de la propiedad y bajo los lineamientos de un
claro Plan Económico y Social de la Nación. Estas tensiones
atraviesan la dimensión estructural de la crisis económica.
Sin conocer el papel de la “Burguesía
estéril”, y un tratamiento político clarificado sobre las relaciones con la
llamada “Burguesía productiva” (sobremanera con los pequeños y medianos
productores), en el proceso de transición al socialismo, será muy difícil
avanzar un diminuto paso en las transformaciones de las relaciones de fuerzas:
“Una oligarquía de comerciantes y de banqueros
va entonces prosperando y acumulando un poderío económico que se traduce en
poderío político y se refleja en la vida institucional. No es una clase
creadora de riqueza como históricamente fue la burguesía en las primeras etapas
del capitalismo. Esta clase no inicia el capitalismo en Venezuela, es
sencillamente la proyección colonial de un sistema capitalista foráneo más
avanzado. Su papel es el de un agente de ese capitalismo, su función es
intermediaria y su poder económico es derivado de otro fundamental y
mayor. Sus ingresos no provienen de una combinación arriesgada de factores de
producción sino de una comisión: la comisión del intermediario que compra
afuera y vende adentro. No es, pues, una burguesía productora sino una
burguesía estéril.” ([26])
La distinción entre “burguesía
estéril” y “burguesía productora” de Orlando Araujo, por ejemplo, es el
punto más problemático de los diferentes esquemas de la transición al
socialismo que se pretenden ensayar, pues sigue siendo parte de aquellos
portavoces ideológicos de larevolución por etapas (liberación
nacional, primero; socialismo, después). El mismo Araujo señaló:
“Ello explica en cierto modo, las
vacilaciones de esta burguesía y las ondas recurrentes de entusiasmo y
depresión con que la estremecen las variaciones bruscas en la correlación de
fuerzas que determinan el proceso social y económico del país. Los rasgos
diferenciadores que la separan de la burguesía estéril aún no han alcanzado una
acentuación convincente y, por el contrario, abundan algunos rasgos que tornan
ambiguos los límites: cierta propensión trepadora, cierta debilidad
oportunista, cierto complejo de inferioridad ante el gran capital y una
tendencia a rehuir la postura nacionalista y sus riesgos una vez que esa
postura ha rendido sus frutos concretos en la protección aduanera, el
crédito obtenido o la exoneración concedida.”
De manera que la alta dirección
político-económica de la revolución se mueve en el desciframiento de
estas vacilaciones y de sus propias ambivalencias ideológicas, tratando de
encontrar un “sujeto económico capitalista” que acompañe y respalde sus
políticas en esta etapa de transición (para otros sectores de izquierda, este
pacto ha sido un error recurrente, incluso bajo el mando de Chávez).
Otros actores sociales, cercanos al
gobierno, han planteado por la vía de los hechos, la necesidad de crear una
“burguesía bolivariana” ante la tendencia de rehuir la postura
nacionalista de los sectores productivos tradicionales. El lema sería,
a falta de burguesía nacional, construyámosla nosotros. Este nudo crítico ha
sido referido por posturas críticas en intérpretes de la crisis actual tan
distantes y enfrentados entre sí como Toby Valderrama ([27]), Heinz Dieterich ([28]) o Marea Socialista ([29]):
“Los reformistas, los socialdemócratas, hay que
reconocerlo, tienen mucho éxito en su papel de guillotinar al Socialismo. Y
este éxito tiene que ver con su "modus operandi. (…) El reformista, el
socialdemócrata, no ataca al Socialismo de frente, actúa como aquellos
parásitos que silenciosamente carcomen las entrañas de la víctima, cuando
aparecen los síntomas ya no hay nada que hacer, todo está perdido, viene el
desahucio. Nunca abandonan el nombre de "socialismo", siempre
permanecen bajo ese engaño: recordemos al partido socialista español de
felipillo gonzales, o al M.A.S. de Teodoro, o a los mismos adecos, miembros de
ese esperpento que se llama la internacional "socialista". Nunca
dicen que dejaron el camino al Socialismo, siempre van para allá. El ejemplo
más claro serían los chinitos que dicen que aquello es Socialismo y su partido
se llama partido comunista chino. Una función de los reformistas, de los
socialdemócratas es ocultar, negar la lucha de clases, evitar que las clases
explotadas disputen el poder, distraer sus luchas en cualquier cosa, menos en
la política, inventan movimientos sociales, foros inocuos donde se discute y
discute, años tras año… la manera de evitar la Revolución. (…) Van al
capitalismo, lo profundizan, lo administran en nombre del Socialismo…
proclamando que van a un "socialismo" que nunca llega. Siempre aclaran
que son "socialistas"… pero "por ahora no hay condiciones",
hay que acumular fuerza, dicen "estamos en emergencia hay que hacer
concepciones, pero después retomaremos el camino". Cambian el nombre del
capitalismo, lo llaman "productivo", elevador de las fuerzas
productivas, burguesía honesta, patriota, "dan empleo". Y a los que
denuncien esto como una vil trampa, los acusan de extremistas, dogmáticos,
stalinistas, y cualquier descrédito. (…) Se oculta la lucha de clases o
se hace de ella un elemento inocuo, bueno para discursear. Se dice que pueblo
somos todos, y así se transforma "el pueblo" en una especie de Dios,
dónde no hay contradicciones, donde ricos y pobres son lo mismo. Ahora bien,
una infalible manera de saber para dónde se va, son las sabias palabras de
Cristo, él decía: "donde está tu tesoro, ahí también está tu
corazón". Lo anterior que es un criterio que sirve para cualquier
individuo y también para cualquier sociedad, podemos parafrasearlo y decirle al
gobierno nuestro: "Donde pongas los dólares de la renta, lo que con ellos
estimules, las relaciones que con ellos construyas, allí estará tu corazón,
hacia allá marcharás."” (Toby Valderrama y El equipo denominado
“Antonio Aponte”)
“Más allá de las neblinas retóricas, lo que
sucede hoy día en Venezuela no es más que la continua lucha hegemónica por el
control del plus-producto petrolero entre diferentes fracciones políticas del
capital: la neoliberal y la socialdemócrata. Esa lucha comenzó con la llegada
al poder de Hugo Chávez. Desde entonces, ninguna de las dos partes ha podido
derrotar definitivamente a la otra. En términos políticos es la lucha entre la
histórica clase oligárquica dominante y la Nueva Clase Política Bolivariana; en
cuanto al modo de producción, que es lo decisivo en toda evolución social, se
trata de un conflicto intra-capitalista. Por una parte, los protagonistas de un
modelo de desarrollo socialdemócrata-keynesiano --bien ejecutado en lo social,
mal ejecutado en lo económico-- y por otra, los representantes de un modelo
neoliberal-parasitario. Ambos modelos marcados por las características del
capitalismo dependiente. Sobra decir, que ninguna de las dos fracciones de la
clase dominante actual procura llegar al Socialismo.” (Heinz Dieterich)
“(…) se ha abierto la pelea por el control y la
apropiación de todos los dólares que entran al país. Para decirlo de otra
forma, de lo que se trata es de la batalla política y social por el control
absoluto de la Renta y su distribución y la instalación forzada de un nuevo
consenso en el patrón de acumulación y un nuevo régimen político. Eso busca la
oligarquía local y la nueva burguesía, relacionada estrechamente con sectores
de la alta burocracia del Estado y el capital financiero. Y por lo tanto
buscarán instalar un gobierno totalmente propio que les permita imponer esa
nueva relación de fuerzas que pretenden conquistar. En pocas palabras:
Recuperar el país que hoy no controlan como quisieran.” (Marea Socialista)
“La ruptura del consenso impuesto por la
Revolución se produce por razones políticas y con objetivos económicos y
políticos. Las causas son: El fallecimiento del Comandante Chávez que provoca
una situación de vacío del Régimen Político. El triunfo electoral de Maduro por
muy escaso margen que da como resultado un gobierno débil. La disputa interna
por la supremacía en el chavismo. El vacío de liderazgo. La oligarquía
tradicional, la nueva burguesía roja, provocan la guerra económica como camino
a la recuperación de la Renta y el control político del país. La pelea ha
comenzado. Están claros los campos pero todavía no están del todo claros los
personajes. El tiempo irá mostrando cuales son los liderazgos que se consolidan
en cada sector en disputa. Y al igual que durante el Sabotaje Petrolero la
pelea no se detendrá hasta que tenga un ganador contundente. Al final nos
espera un nuevo patrón de acumulación del capital y un nuevo Régimen Político.
Si el presidente Maduro comprende la dinámica de la situación y es capaz de
mantener la ofensiva recuperada con estas medidas de emergencia y profundiza en
cambios estructurales, estaremos en el camino de construir un nuevo liderazgo,
que está vez deberá inexorablemente ser colectivo, con la participación activa
y democrática del pueblo bolivariano civil y militar, de la clase obrera movilizada
y de todos los que viven de su trabajo. De lo contrario, si por ingenuidad o
complicidad, se mantiene la ilusión mil veces fracasada, de que en una nueva
negociación a mitad de camino de esta batalla, con los sectores especulativos y
mafiosos que predominan en la personificación actual del capital, y se intenta
con esa negociación volver al esquema de economía mixta, el gobierno estaría
tomando una decisión suicida.” (Marea Socialista)
En consecuencia, el primer obstáculo
a ser despejado sigue siendo la caracterización de las fuerzas sociales y
políticas que efectivamente trabajan en la dirección de una transición
al socialismo; responder a la elemental pregunta: ¿Cuál socialismo? o
responder a una interrogante radical que sugieren algunos analistas: ¿Es acaso
la vía bolivariana al socialismo sólo un espejismo, la proyección en pantalla
de un espectáculo-simulacro? ¿Cuál es el papel económico y político de
los “sectores productivos nacionales” y de sus “representantes políticos” en
esta tramoya?
Por otra parte, ante la grave
persistencia y agudización de los síntomas de crisis económica
estructural, producto de la acumulación de rezagos, distorsiones y
desajustes económicos realimentados parcialmente por errores de política
económica, se ha llegado al convencimiento desde voceros del alto gobierno,
incluido el Presidente Maduro, que los actuales desequilibrios tienen
fundamentalmente como condición explicativa, un fuerte “componente político
desestabilizador” (“guerra económica”) ([30]); y que sin enfrentarlos con medidas
políticas integrales, sería imposible reconstruir un tejido de regulación y de
intervención del Estado para afrontar las tareas cada vez más urgentes de
la revolución económico-productiva. Este sería la dimensión coyuntural de
la crisis.
Por lo tanto, actualmente el alto
gobierno reconoce que las fuerzas de la derecha opositora han activado un plan
de “asedio, desgaste y derribo” contra la revolución bolivariana ([31]) (o la estrategia de la comején o la
termita: carcomer de manera invisible para colapsar una estructura), y que las
medidas, tanto políticas, económicas y sociales deben revestir un
carácter no ordinario, que implica reforzar a la revolución bolivariana y
al Gobierno del Presidente Maduroen todos sus ámbitos (Nueva etapa política
y Leyes Habilitantes dixit).
2.- ¿CUÁN EFECTIVAS SON LAS LEYES
HABILITANTES SI NO SE SUPERAN TANTO EL FETICHISMO JURÍDICO COMO LA INEFICACIA
SOCIAL DE LAS NORMA JURÍDICAS?
Deseos expresados en normas jurídicas
no necesariamente “empreñan”. El asunto de la legitimidad, validez y eficacia
de las normas es clave para superar la creencia que supone: “Basta una norma
jurídica para resolver un problema social”.
Desde el Manifiesto de Cartagena,
Bolívar advirtió sobre el error de pretender construir Repúblicas aéreas, con
las más perfectas disposiciones jurídicas, pero completamente alejadas de las condiciones
y factores que intervienen en el carácter efectivo de las prácticas, usos,
costumbres, valores y hábitos de un pueblo:
“Los códigos que consultaban nuestros
magistrados no eran los que podían enseñarles la ciencia práctica del Gobierno,
sino los que han formado ciertos buenos visionarios que, imaginándose
repúblicas aéreas, han procurado alcanzar la perfección política, presuponiendo
la perfectibilidad del linaje humano.” ([32])
Y si actualmente se supone que una
revolución socialista no tiene nada que ver con las dimensiones
socio-ideológicas, ético-culturales, morales, psicosociales de un pueblo,
entonces se ira de ilusión en ilusión, de error en error.
Transformar la sociedad para combatir
la corrupción y transformar la economía, pasa necesariamente por clarificar los
criterios sobre lo que el historiador inglés E. P. Thompson denomino la
“economía moral”:
¿Qué tipo de comportamientos
económicos se definen a partir de valores morales o normas culturales? ¿Qué
tipo de interacción ocurre entre las costumbres culturales y la actividad
económica?
¿Acaso la totalidad de los
comportamientos económicos transcurre a partir del supuesto del Homo
œconomicus; es decir, del comportamiento de elección racional de maximizadores
de utilidades ante estímulos económicos, siendo capaces de procesar
adecuadamente la información disponible, y actuar en consecuencia? ¿Acaso es la
“soberanía del consumidor” la que decide: esto es, la capacidad de los
consumidores de determinar el volumen y la estructura de la oferta a través de
la demanda generada por sus decisiones de compra? ¿Qué tipo de
racionalidades sociales entran en juego en estos conflictos? ¿Estarán todos los
agentes implicados en maximizar su utilidad-beneficio y a reducir los costos o
riesgos? ¿Cuáles son las ideologías económicas que están en conflicto en las
actuales circunstancias? ¿A partir de cuales discursos y representaciones
sociales podemos hacerlas explícitas en el campo histórico de poder?
Todo el debate sobre las transiciones
posibles está cruzado por profundos supuestos ideológicos que no se están
asumiendo. ¿Cuál será el costo político y el riesgo de no asumirlos a medida
que pase el tiempo de espera acerca de las señales de certidumbre sobre la
orientación de la política pública en el momento histórico? De allí la
importancia de evaluar el tipo de señales y mensajes que se han venido
construyendo a partir de las leyes habilitantes. En este punto cabe referirse
al menos a los siguientes aspectos:
Aspectos formales:
·
Desde el punto de vista
jurídico-constitucional, es preciso indicar las leyes habilitantes constituyen
una herramienta legal que faculta al Presidente de la República a dictar
Decretos con Rango, Valor y Fuerza de Ley sobre las materias delegadas por la
Asamblea Nacional de acuerdo al procedimiento establecido en nuestra Carta
Magna que así las define: “Son leyes habilitantes las sancionadas por la
Asamblea Nacional por las tres quintas partes de sus integrantes, a fin
de establecer las directrices, propósitos y marco de las materias que se
delegan al Presidente o Presidenta de la República con rango y valor de ley.
Las leyes habilitantes deben fijar plazo para su ejercicio”.
·
La Ley Habilitante debe cumplir una
serie de pasos previos para su promulgación y su posterior entrada en vigencia:
desde la presentación por el Jefe de Estado del Proyecto de Ley Habilitante
hasta la etapa de segunda discusión del proyecto de ley en la plenaria de la
AN, en la que el proyecto puede ser aprobado, rechazado o diferido.
·
Una vez sancionada la ley por la
Asamblea Nacional, se remite al Ejecutivo para su promulgación y
publicación en la Gaceta Oficial de la República Bolivariana de Venezuela, con
el correspondiente “Cúmplase” y, con ello, su entrada en vigencia (artículo 215
CRBV). De manera que aquellos voceros, internos o internacionales, que
descalifican la legalidad constitucional de la habilitante desconocen su
viabilidad política y jurídica, poniendo en entredicho las instituciones del
país.
Aspectos de contenido:
·
Así mismo, llama la atención el
alcance de las medidas habilitantes, pues hay que referirse a la segunda Ley
Habilitante del Gobierno de Chávez para los años 2000-2001, la cual dictó los
49 textos legales que dieron paso a una intensificación de la campaña de
desestabilización y de instigación al golpe de estado, evento que activó
definitivamente el 11 de abril de 2002.
·
La tercera Ley Habilitante fue
solicitada en el 2007, activándose en el marco de la profunda transformación
desatada con la formulación de los Cinco Motores Constituyentes que
pretendieron impulsar el salto al Socialismo Bolivariano. En ese contexto, se
crearon 59 normativas y su exposición de motivos señaló que: “Siendo un
imperativo la profundización del proceso orientado hacia el bien común que se
desarrolla en Venezuela, una vez que fuera revalidado nuevamente, de forma
democrática y libre, la dirección y el sentido político que desde hace 8 años
imprime el Poder Ejecutivo a todas aquellas instituciones y funciones que le
competen, se hace ahora imprescindible impulsar una etapa en la que se
acentúe el proceso de transformaciones en el que se halla inmersa la Nación,
siendo por tanto urgente dotar al Presidente de la República, la autoridad rectora
de este cambio estructural, de un instrumento jurídico que de forma
expedita impulse la materialización acendrada de los principios
constitucionales.” Se señaló además la necesidad de la construcción del
Estado social de derecho y de justicia, garante de la plena
participación del pueblo venezolano en los espacios de decisión de lo
público, además de contemplar “el fomento del elemento ético como valor de
máxima consideración al normar el manejo de la cosa pública”. Esta tercera
habilitante contempló un conjunto amplio de ámbitos que nos permiten contrastar
la agenda de problemas persistentes hasta la actualidad: a) Latransformación
de las Instituciones del Estado, b) La participación popular:
de modo que se establezcan los mecanismos para permitir el ejercicio directo
del Poder Popular; c) Los valores esenciales del ejercicio de la
función pública estableciendo sanciones a que hubiera lugar en
caso de asumir conductas contrarias al interés general y/ o específico de la
ciudadanía; d) Económico y social: con el objeto de transformar el
paradigma económico capitalista actualmente hegemónico, dictando leyes que
preserven la función social de la propiedad en sus diversas formas y clases,
así como normas para el fomento de la producción y el desarrollo de la pequeña
y mediana industria, de carácter regulatorio en materia de inversión extranjera
(…) otorgándole una dimensión y un propósito de naturaleza colectiva al sistema
productivo, de manera que su desarrollo esté regido por una visión social; e)
Financiero, y tributario: requiriéndose por tanto dictar normas en el
ámbito de las finanzas públicas, (…) orientando las actuaciones del sector
hacia la construcción de un nuevo régimen socioeconómico, al ser un reclamo
ineludible de los sectores productivos nacionales contar con fuentes de
financiación confiables y socialmente comprometidas, que funcionen en clave de
fortalecimiento del bien común, de la auténtica productividad y del rechazo a
las actividades especulativas y/o rentistas, sin mediar bienes o servicios
esenciales para la reproducción de la vida colectiva; f) Seguridad ciudadana y
jurídica; g) Ciencia y la tecnología; h) El ámbito de la ordenación
territorial; i) Seguridad y defensa; j) Infraestructura, transporte y
servicios. De manera, que llaman la atención todos los aspectos relacionados
con la transformación del sistema socioeconómico y del paradigma económico
capitalista hegemónico.
·
La cuarta Ley habilitante fue
formulada por el presidente Hugo Chávez el 17 de diciembre de 2010, otorgándole
a la AN poderes especiales por 18 meses, ante la necesidad de atender, entre
otros ámbitos, las emergencias suscitadas en casi todo el país por las fuertes
lluvias. Para ello fueron aprobados 54 Decretos de Ley, entre los que destacan
la nueva Ley Orgánica de Trabajo de los Trabajadores y Trabajadoras (LOTTT),
instrumento con el que se restituyó la antigüedad en el pago de las
prestaciones sociales, lo relativo a la Gran Misión Vivienda Venezuela.
·
La Ley habilitante solicitada por el
Presidente Maduro ([33]) lo autoriza para que dicte
decretos-leyes en materia la lucha contra la corrupción y la defensa de la
economía. El instrumento jurídico insiste como la tercera ley habilitante en dictar
y reformar normas en el ámbito de la lucha contra la corrupción, orientados
a fortalecer los valores esenciales del ejercicio de la función pública. Se
amplía el alcance de la lucha contra la corrupción pues además de dictar nuevas
normas, se pretende reformar instrumentos legales destinados a profundizar y
fortalecer los mecanismos de sanción penal, administrativa, civil y
disciplinaria para evitar lesiones o el manejo inadecuado del patrimonio
público y prevenir hechos de corrupción. Se incluyen así mismo, temas
como el combate al financiamiento ilegal de los partidos políticos y normas
contra la legitimación de capitales. Llama poderosamente la atención el
siguiente enunciado: “Establecer mecanismos estratégicos de lucha contra
aquellas potencias extranjeras que pretendan destruir la Patria en lo
económico, político y mediático; y dictar normas que sancionen las acciones que
atentan contra la seguridad y defensa de la Nación, las instituciones del
Estado, los Poderes Públicos y la prestación de los servicios públicos
indispensables para el desarrollo y la calidad de vida del pueblo”. En el
ámbito económico, se establecen normas que eviten y sancionen la fuga
de divisas, emitir disposiciones en defensa de la moneda nacional y
fortalecer el sistema financiero venezolano. En materia de defensa de la
economía la Ley autoriza al Ejecutivo para “dictar y reformar normas que
establezcan lineamientos y estrategias para la planificación, articulación,
organización y coordinación de los procedimientos, especialmente en materia de
producción, importación, distribución y comercialización de los alimentos,
materia prima y artículos de primera necesidad”. La Ley faculta al
Ejecutivo para fortalecer la lucha contra el acaparamiento y la especulación
que afectan la economía nacional: “Garantizar el derecho del pueblo a tener
bienes y servicios seguros, de calidad y a precios justos”.
De tal manera, que revisando el
contenido y alcance de las leyes habilitantes es posible cotejar la relación
entre la finalidad explícita del cambio estructural y las
transformaciones normativas que pretenden construir el piso jurídico de la
revolución bolivariana por vía habilitante. Sin embargo, cabe destacar la
relación entre dictar normas jurídicas y su aplicación, su legitimidad
social, validez y eficacia.
En el país existe una larga tradición
de dictar leyes que ni se aplican ni se cumplen; es decir, que no
van al fondo del asunto que es la modificación de prácticas, usos y
costumbres sociales, así como la actuación de los órganos del ejecutivo y de la
administración de justicia; que implica dar cuenta de la efectividad real de
las normas jurídicas, su real aceptación y vigencia como normas sociales y
sistemas de valores efectivos que orientan la conducta de los actores sociales
y políticos. Allí cabe la pregunta:
¿Cuántas veces hemos escuchado que se dictan normas
para preservar los valores esenciales del ejercicio de la función pública,
lucha contra la corrupción y el burocratismo; para garantizar y proteger los
intereses del Estado en sus diferentes niveles de gobierno?
¿Se logrará ahora planificar,
racionalizar y regular la economía, como medio para propulsar la transformación
del sistema económico y defender la estabilidad económica para evitar la
vulnerabilidad de la economía; así como, velar por la estabilidad monetaria y
de precios, y el desarrollo armónico de la economía nacional con el fin de
generar fuentes de trabajo, alto valor agregado nacional, elevar el nivel de
vida de nuestro pueblo y fortalecer la soberanía económica del país? ¿Se
logrará efectivamente garantizar el derecho del pueblo a tener bienes y
servicios, seguros, de calidad y a precios justos?
Las respuestas a estas preguntas no
tienen que ver con la existencia de la norma escrita, sino con su efectividad
social.
Como vemos, estamos ante medidas no
ordinarias para tomar decisiones que afectarán las correlaciones de fuerzas
entre grupos, sectores y clases; pero además tendrán un impacto en diferentes
ámbitos de la sociedad. ¿Se abrirán con estas medidas las vías de superación de
la actual crisis o se entronizarán los factores que tiendan a reforzar un
posible descalabro político, económico y social?
3.- EN ESTE PAIS DE MEMORIA CORTA, ES
MUY FACIL OLVIDAR EL GOLPE DE TIMÓN:
En cualquier caso, desde nuestro
punto de vista, la revolución bolivariana (si pretende sortera la posibilidad
cierta de descalabro) requiere de un decidido impulso del espíritu
propositivo y crítico del llamado “Golpe de Timón” anunciado por
Chávez en Octubre de 2012, pues es desde esta voluntad política y perspectiva
revolucionaria que es necesario recuperar las condiciones indispensables de
“soberanía política” y de “independencia económica” para avanzar en el presente
laberinto ([34]).
Esta visión implica clarificar de una
vez por todas las ambivalencias y ambigüedades presentes en los criterios
de profundización de la transición socialista que defiende la
revolución bolivariana. De las concepciones y decisiones de la alta dirección
del proceso bolivariano dependerá el encuentro de cursos de acción marcados por
una concepción ético-política de la “eficacia política y calidad
revolucionaria”.
Pero además, es fundamental que
el poder popular organizado, que los trabajadores y trabajadoras, desde
una visión clasista y revolucionaria, puedan pasar a mayores niveles de
intervención, protagonismo y deliberación política, exigiendo la apertura
de espacios y canales para la mayor suma posible de participación directa en la construcción
socialista (en esta delicada etapa de consolidación y profundización
de la revolución).
El peor error que puede cometerse es
suponer que se puede sustituir la participación directa de los
trabajadores y trabajadoras, del pueblo organizado, del poder popular,
mediatizándolo con las figuras de representación burocrática, personificación
estatal de los intereses capitalistas. De manera que una política económica
integral requiere de la participación activa del Bloque Social y
Revolucionario del Trabajo ([35]), frente a los espacios
hegemonizados por el Capital (incluso en el seno de las instituciones y
aparatos del actual Estado), del protagonismo del Poder Popular Organizado
y del conjunto de las fuerzas contra-hegemónicas, sobre todo para
clarificar la perspectiva de clase de la visión económica del
Gobierno en la actual coyuntura.
Como señaló acertadamente Chávez para
la caracterización de este sujeto de la revolución democrática, socialista y
bolivariana, basta leer el Programa de la Patria:
“(…) el gran bloque histórico, democrático y
popular integrado por los obreros y obreras, campesinos y campesinas,
estudiantes, afro-descendientes, indígenas, académicos y académicas, pequeños y
medianos productores y productoras del campo y la ciudad, comerciantes,
transportistas, motorizados, maestros y maestras, profesionales de la salud y
en general, servidores y servidoras públicos, mujeres, militares, pobladores,
pescadores y pescadoras, cultores y cultoras, deportistas, líderes comunales y
sindicales y de manera muy especial por la juventud venezolana.”
4.- POR UNA RE-CONDUCCIÓN
RADICALMENTE DEMOCRÁTICA DE LA REVOLUCIÓN BOLIVARIANA:
Recordar un año del cumplimiento de la
intervención de Chávez denominada “Golpe de Timón”, da cuenta del contraste que
existe si de “logros socialistas” se habla. Es preciso señalar que la
Revolución Bolivariana se encuentra en un “gran atolladero”.
Diversas voces, grupos y corrientes
plantean esta inquietud, demandando un debate a fondo y correctivos
efectivos para avanzar en el laberinto de una doble crisis (electoral
y económica) ([36]), que puede comprometer una situación
política que debe evitarse para que avance no sólo hacia una crisis
temporal de gobernabilidad, sino hacia una crisis orgánica de hegemonía (ausencia
de estabilidad política, legitimidad, eficacia en la acción de gobierno,
desprestigio de la dirección política e imposibilidad de construir consensos
básicos).
Se trata de aristas que deben
resolverse conjuntamente para evitar una “crisis política orgánica”,
es decir, evitar el peor escenario: un potencial descalabro del sistema
de conducción gubernamental y de dirección política de la revolución
bolivariana en cuestión de logros socialistas; es decir, con
políticas que apunte en la transición desde el capitalismo rentista y
dependiente hacia una economía política de transición al socialismo que coloque
la auto-valorización del factor trabajo como eje fundamental de la construcción
de una sociedad justa y con soberanía popular directa.
La apuesta colectiva es entonces, por
el necesario fortalecimiento del gobierno bolivariano; pero a la
vez, por un llamado firme y explícito a una re-conducción radicalmente
democrática del proceso bolivariano revolucionario, que contribuya
efectivamente a superar un escenario de “crisis orgánica de hegemonía
socialista”.
La reconducción democrática pasa
por una campaña de rectificación a fondo de los errores y
debilidades en el seno de la revolución bolivariana, democrática y socialista.
Sin esta rectificación a fondo: ¿Quiénes pescarán en rio revuelto?
5.- HAY UNA DOBLE CRISIS, SIN DEBATE
DE FONDO EN INSTANCIAS POLÍTICAS ORGÁNICAS NO PODRÁN RECTIFICARSE LOS ERRORES:
Ciertamente, existe una percepción
colectiva en el seno del magma de fuerzas que concurren en el campo
bolivariano, de haberse metido simultáneamente en un gran enredo (crisis
electoral y crisis económica), quedado la revolución bloqueada,
estancada, empantanada, sin poder proseguir con un ritmo
acelerado en una dirección certera por la senda del “Socialismo Bolivariano y
Democrático del siglo XXI”.
Al leer detenidamente los documentos
y discursos del Alto Gobierno Bolivariano en estos últimos seis (6) meses, es
posible contrastarlos con sus acciones políticas enmarcadas en el
llamado “Gobierno de Calle”, es posible contrastarlos con discursos de
miembros del actual Gabinete de Gobierno, del Presidente Maduro, de la alta
dirección política del PSUV, de voceros del GPP-Simón Bolívar,
incluyendo las recientes declaraciones sobre objetivos y acciones enmarcadas en
las medidas económicas; pero es posible percibir confusión, ambigüedad
e indecisión sobre el significado del planteamiento acerca de la
construcción socialista. ¿En qué consiste el Socialismo Democrático y
Bolivariano del siglo XXI planteado con tanta fuerza por Chávez, como fin,
objetivo y meta?
A pesar de haberse roto un período
de incertidumbre y parálisis frente al tema económico,
conmedidas y acciones que son percibidas positivamente en los
sectores populares; el balance de las medidas administrativas de
supervisión, inspección y fiscalización para atacar a la “guerra económica”,
implican que estamos ante los primeros pasos positivos para recuperar la senda
perdida del proyecto revolucionario planteado en el “Golpe de Timón”.
Sin embargo, sería muy grave que este
nuevo ciclo de re-conexión con necesidades sentidas y demandas de los sectores
populares generara un espiral de ilusión/frustración, si las medidas no
involucran una real transformación de las relaciones de poder en el campo
económico-productivo para conquistar logros socialistas.
Pero, ¿Cómo constatar cualitativa y
cuantitativamente, desde las recientes medidas, los logros socialistas que
se alcanzan en esta “nueva etapa”?
Consideramos que la “transición al
socialismo”, sin el comando efectivo sobre palancas económicas y
políticas fundamentales por parte del bloque histórico de fuerzas contra-hegemónicas, conformado
en elBloque Social y Revolucionario del Trabajo; esto significa, poder
efectivo de los grupos, sectores y clases aún explotadas y dominadas; y en
general, de todos los movimientos sociales que apuestan por fortalecer el
proceso popular revolucionario; en fin, por el “pueblo bolivariano organizado”;
puede trastocarse en una palabra hueca (¿Qué significa socialismo?), utilizada
(o manipulada) para desviar la atención de las tareas políticas de superación
del capitalismo rentístico, dependiente y atrofiado, que sigue
estando presentes en la sociedad venezolana (aun constatando los avances
distributivos: sociales y políticos innegables de la revolución bolivariana).
Como ejemplo de las debilidades
estructurales, es posible considerar que aún persisten:
a) El fortalecimiento de
fracciones capitalistas especuladoras y parasitarias, una economía controlada
por oligopolios y grupos económicos de poder (viejos y nuevos), la persistencia
de bolsones de miseria y exclusión social sin atención y cobertura por las
debilidades institucionales de organización y funcionamiento del Sistema de
Misiones y Programas Sociales, que omiten la necesidad de la mejora de las
condiciones de vida y a la vez empoderar a los sectores populares (pasar del
cliente-beneficiario al protagonismo-participativo);
b) Una distribución regresiva del
ingreso real del factor trabajo, dados los impactos de la inflación y las
devaluaciones realizadas, con altos niveles de sub-empleo abierto y encubierto,
con superbeneficios financieros derivados de comportamientos especulativos,
c) La frágil independencia
económica, la escasa diversificación productiva, el estancamiento de la
producción interna, de diferentes sectores y ramas de actividad, en medio de
graves desequilibrios territoriales y ambientales junto al
predominio de políticas que refuerzan el “extractivismo” y el “desarrollismo” ([37]) que destruye patrimonios ambientales; y
para colmo: una suerte de metástasis del fenómeno de la corrupción ([38]), etc.
Este cuadro de crisis estructural
sigue en gran medida solapado y opacado por la diatriba mediática y política
cotidiana, donde predomina las actividades de propaganda y contra-propaganda,
actividades propias de las luchas entre los actores que dominan la escena
política con criterios de “pequeña política” ([39]):
“La gran política comprende las cuestiones
vinculadas con la función de nuevos Estados, con la lucha por la
destrucción, la defensa, la conservación de determinadas estructuras orgánicas
económico-sociales. La pequeña política comprende las cuestiones
parciales y cotidianas que se plantean en el interior de una estructura ya
establecida, debido a las luchas de preeminencia entre las diversas
fracciones de una misma clase política.”
De manera que la “transición al
socialismo” debe contextualizarse en el marco específico de lasuperación
progresiva de un cuadro de crisis histórica-estructural y coyuntural presente
en una formación social dependientes, con un sistema socioeconómico atrofiado y
desequilibrado, basado aun en la mono-exportación petrolera, con severas
carencias y desproporciones, déficit aún no superado luego de 14 años de
Revolución Bolivariana (con todos los vaivenes del conflicto político) y al
menos 6 años después de proclamar el carácter antiimperialista y
socialista de la misma (insistiendo en la posibilidad de avanzar en la
dirección socialista en medio de debilidades evidentes del campo adversario
opositor entre el segundo semestre de 2004 hasta el primer semestre de 2007).
No hay pretextos posibles. En el
campo de la revolución económica productiva poco se ha avanzado a pesar de la
aplicación de dos Planes Económico-Sociales de la Nación, predominando una
política económica subordinada a los intereses de reproducción del capitalismo
y al ciclo electoral, a urgencias y contingencias, dejando en segundo orden el
cambio estructural. ([40])
Desde los iniciales planteamientos de
una revolución basada en el desarrollo endógeno bajo unModelo Capitalista
Nacional Autónomo, pasando por el inevitable enfrentamiento al
Imperialismoluego de los sucesos del 2002, hasta llegar a la plena asunción
del carácter Socialista del proceso bolivariano, se sigue repitiendo
la necesidad de salir del Capitalismo Rentístico de Estado y de la
estructura oligopólica que controla circuitos económicos enteros en el
sistema socioeconómico venezolano:
a) ¿Cómo salir del rentismo?
¿Cómo recuperar la inversión reproductiva sin que esté bajo control de
oligopolios y grupos económicos de poder? ¿Con cuales “agentes
económicos-productivos”? ¿Cómo apalancar la economía productiva y diversificarla
tratando de sacar al país de la “enfermedad venezolana” (Adriani dixit)? ¿Qué
papel cumplen allí los trabajadores y trabajadoras?
b) ¿Cómo enfrentar la dependencia
económica y apalancar un desarrollo endógeno y sustentable, ahora
socialista, sin una alta dependencia de las importaciones? ¿Cómo enfrentar
la volatilidad cambiaria y la fuga de capitales? ¿Cómo manejar el presupuesto
público en función del desarrollo humano integral, pero además de mayor poder
efectivo para las fuerzas contra-hegemónicas?
c) ¿Cómo avanzar en la
transición hacia un nuevo modelo productivo socialista con una economía
industrial y agrícola aún atrofiada, con débiles encadenamientos
agroindustriales en manos del pueblo organizado?
d) ¿Cómo impulsar el crecimiento, el
empleo y la mejora significativa de la distribución de ingresos en un marco de
inflación controlada, mejorando la eficiencia productiva y ampliando formas de
consumo popular que permitan la satisfacción de sus necesidades humanas
fundamentales, no la exaltación consumista y la sujeción imaginaria al “sistema
de los objetos” de la ideología-cultura capitalista?
e) ¿Cómo incorporar las
innovaciones tecnológicas y científicas, presentes a escala mundial sin perder
el control nacional de la soberanía científica y tecnológica? ¿Cómo
incorporarse desde claros criterios de independencia económica a las diferentes
áreas de integración regional y subregional?
f) ¿Cómo abordar la
construcción de un área económico-social de propiedad colectiva, que permita el
desplazamiento progresivo del capitalismo y la transición al socialismo? ¿Cómo
evitar que el Capitalismo de Estado inhiba la formación de una zona económica
socialista?
g) ¿Cómo supeditar la estabilidad
macroeconómica al logro prioritario de los objetivos del desarrollo humano y
del buen vivir? ¿Cómo escapar al desarrollismo tan presente en los capitalismos
(keynesianos o neoliberales) como en las visiones del socialismo burocrático
del siglo XX? ¿Cómo implantar un nuevo sistema socioeconómico que no profundice
los desequilibrios sociales, territoriales y ambientales?
Estas preguntas tocan aspectos
estructurales, no meramente coyunturales del patrón de acumulación en
Venezuela, de su modo de articulación internacional y del modo de regulación
político-institucional, con un Estado aún capitalista que está directamente
comprometido a garantizar las condiciones sociales y políticas de
reproducción de este mismo sistema de dominación y explotación social. De
manera que las tareas de la revolución, como “cambio de estructuras” y no
simplemente de algunas manifestaciones o apariencias, siguen estando
pendientes.
6.- LO OBJETIVOS DE LAS MEDIDAS Y LA
TRANSICIÓN AL SOCIALISMO:
Luego del año 2005 la interrogante
es: ¿Qué significado tiene el llamado a la transición al socialismo
bolivariano del siglo XXI?
Entre los objetivos que se proponen
las actuales medidas económicas enunciadas es fundamental reconocer el séptimo
objetivo: “Romper el estancamiento en el que hemos caído en la transición
económica hacia el Socialismo. Buscar los puntos de ruptura y avanzar.”
Se dice fácil, pero es en extremo
complejo. ¿Qué significa eso de “puntos de ruptura”? También se señala, con
cierta redundancia lo siguiente: “cambiar para lograr el equilibrio”, “Una
fórmula sencilla: Transformar para equilibrar” y “No detenernos en la construcción
de lo nuevo por las perturbaciones introducidas por la guerra
económica”.
De manera que es posible leer en
estos enunciados, un paso adelante, valorando positivamente
medidas que exigen la aplicación de la propia legalidad construida en la
Revolución Bolivariana, sin distracciones ni dilaciones (sin que pueda mojarse
la mano de funcionarios públicos), aunque para algunas voces críticas sea más
de lo mismo, sea un paso en falso o un paso demasiado tímido.
Tampoco pueden crearse áreas de
negocios comunes entre políticos revolucionarios y empresarios, en el reconocimiento (aún entrelineas) de una
crisis más profunda que la exclusiva “guerra económica”. Estamos además ante
una crisis económica más grave:
“(…) estancamiento en que hemos caído en la
transición económica al socialismo”.
o que están mostrando las medidas es
que instituciones como INDEPABIS y SUNDECOP se habían desdibujado en sus
funciones, y que la legalidad estaba siendo convertida en letra muerta.
La usura descarada en este último año, llega a las cifras
expuestas en las recientes mensajes de cadenas presidenciales y los llamados
“Noti-patria”, que en algunos casos supera el 1000%, lleva a una sencilla
pregunta:
¿Por qué no se actuó antes? ¿Por qué
no se había puesto coto cuando la usura era ya de 200%, 400% o 600%?
Ciertamente lo importante es que ya
se actúa, pero es preciso evitar estas desconexiones entre las demandas de la
calle (llamados al gobierno a actuar) y la agenda del alto gobierno (distraída
en otros temas).
En el primer semestre de 2013, la
función de la regulación, administración, supervisión y sanción por parte del
Estado de los agentes económicos, en aras de fomentar un intercambio de bienes
y servicios “bajo criterios de equidad y justicia social”, comenzaba a mostrar
su inoperancia.
En materia de acaparamiento, tampoco
se había avanzado en el primer semestre, en la función específica de defensa y
protección de los Derechos e Intereses individuales y colectivos en el
Acceso de las Personas a los Bienes y Servicios; de manera que la aplicación de
las leyes (Precios Justos, por ejemplo) implicaba determinar los ilícitos
administrativos, así como, los delitos y su penalización, junto con su
aplicación por parte del Poder Público, siempre de la mano de la participación
activa y protagónica de las comunidades a través de los Comités de
Contraloría Social para el Abastecimiento.
Recordemos que tanto la usura como el
acaparamiento de productos, se interpretaban en el contexto de medidas adoptadas
en contra de la protección del salario real, como las sucesivas devaluaciones
realizadas en el año 2012 y comienzos de 2013. De manera que la
responsabilidad del deterioro se identificaba con la gestión de la política
económica del gobierno. Esta percepción ha logrado ser parcialmente
revertida.
De manera que lo paradójico era
constatar que aún existiendo un conjunto de instrumentos y herramientas legales
para actuar administrativamente, para regular y controlar las prácticas de
acaparamiento, especulación y usura, los órganos del Estado no las estaban
aplicando con rigor, sin dilaciones y sin hacerse los locos las leyes
disponibles para regular estas conductas especulativas. Había estancamiento,
inacción y parálisis en los órganos del Estado. La voluntad política miraba
para el techo.
Por otra parte, en términos gruesos:
¿No hay estancamiento en el campo de lo político y de la política en la
construcción del socialismo (poder popular organizado); es decir, en avanzar
con más fuerza en la consolidación del bloque histórico
popular-revolucionario (como decía Chávez en el “golpe de Timón, esto no es
tarea exclusiva de un Ministerio)? ¿Cómo garantizar la participación activa
y protagónica de las comunidades y del pueblo organizado en diferentes
instancias de participación protagónicas presentes en las leyes que reculan
estas materias económicas, si las normas parecieran huecas en su eficacia
política, en su aplicación y efectividad social?
Quizás el peor error sea olvidar al
mismísimo Chávez cuando señaló, siguiendo a Bolívar, sobre la aplicación
de leyes inexorables:
“Pero lo laborioso no tanto está en hacer a un
Pueblo legislador y, por tanto, republicano; esto es consustancial a su propia
naturaleza, sino en los miles de obstáculos que colocan en su camino aquellos a
quienes no les interesa que el Pueblo se dé sus propias leyes: quienes creen
que nunca estará preparado para ello, condenándolo para siempre a la minoridad.
Simón Bolívar dirá en carta dirigida a Santander,
el 14 de octubre de 1826: En una palabra, mi querido general, yo no conozco más
partido de salud, que el de devolver al pueblo su soberanía primitiva para que
rehaga su pacto social. Vd. dirá que esto no es legítimo: y yo, a la verdad, no
entiendo qué delito se comete en ocurrir a la fuente de las leyes para que
remedie un mal que es del pueblo y que sólo el pueblo conoce. Digo francamente
que si esto no es legítimo, será necesario a lo menos, y, por lo mismo,
superior a toda ley: pero más que todo es eminentemente popular, y, por lo mismo,
muy propio de una república eminentemente democrática (…) ¡Leyes inexorables!,
grita Bolívar. La ley de todas las leyes es la igualdad, sigue diciendo
Bolívar. ¡¡Leyes revolucionarias, leyes socialistas, decimos hoy!!” ([41])
Por otra parte: ¿No hay acaso
estancamiento en lo ideológico-cultural (crítica al productivismo/crítica al
consumismo/crítica al capitalismo), en lo jurídico (critica a los “cogollos
judiciales” que son capaces de negociar o dejar pasar “ilícitos económicos”),
en lo comunicacional (critica al difusionismo, a las dificultades de avanzar en
una comunicación popular, alternativa y socialista)? ¿A dónde ha ido a parar el
socialismo, si algunos voceros del gabinete hacen declaraciones ambiguas que
parecen apuntar a un reforzamiento del “Capitalismo de Estado”,
incluso en acuerdo con Corporaciones Multinacionales de países aliados;
“agentes económicos” que forman parte precisamente de la estructura
oligopólica dominante en el ámbito económico (presentándose si bajo un
rostro humano), impulsando si algunas medidas distributivas o
re-distributivas, pero sin transformar el peso específico de la matriz
de relaciones sociales de poder y producción capitalistas, su
estructura de mando y división jerárquica del trabajo?
¿Cuáles son los límites de medidas
neo-populistas con ropajes ideológicos de izquierda, y que tipo de
contradicciones inducen en un proceso revolucionario bloqueado? ¿No es esa
acaso la agenda de los reformismos más avanzados; es decir, de
los sectores progresistas del socialcristianismo y de la socialdemocracia?
¿Para qué llamar a eso socialismo, democracia participativa y revolución si aún
no contamos con poderosas instancias de planificación pública-estratégica
con participación protagónica de los trabajadores y del pueblo
organizado que permitan coordinar con mayor eficacia la superación de
los desequilibrios de la estructura económica oligopólica y sus mercados de
competencia imperfecta, para atacar la raíz de la desigualdad en lo social y el
elitismo representativo en lo político? ¿Acaso sectores de una “nueva clase
política”, con profundas convicciones representativas y burocráticas, teme
perder el control jerárquico de la división política del trabajo; es decir,
impedir lo contenido en la Constitución como ejercicio directo de la soberanía
popular?
¿No podemos sincerar el discurso y
llamar por su nombre a una nueva modalidad de regulación política como “Estilo
reformista distributivo” propio del Capitalismo de Estado, lo cual genera
nuevos estratificaciones sociales y políticas dominantes; o lo que se ha
denominado proceso de “circulación de elites”? ¿Existe acaso una nueva
clase económico-política bolivariana, que inhibe un curso más certero
una aceleración del cambio en una dirección socialista, democrática radical y
revolucionaria?
El estancamiento en
cuestiones de Revolución, Democracia Protagónica Revolucionaria y Socialismoatraviesa
todos los ámbitos, y lo más grave, repetimos, es justamente el lento avance en
la construcción política del “Poder Popular Revolucionario Organizado”,
así como de aquellos espacios del “Poder Obrero Revolucionario”; es
decir, la inexistencia del control socialista sobrepalancas de comando
económico (comercio exterior, banca, industria, agricultura, transporte,
comunicaciones, comercio y servicios); la insuficiente función de la
Planificación bajo formas democráticas, populares, con visiones estratégicas,
en función de fortalecer la propiedad colectiva establecida en la
Constitución y en las Leyes del Poder Popular. Es allí donde se anudan los
llamados “puntos de ruptura”.
¿Qué es lo que inhibe estos cambios?
Aquí hay que interrogarse que cosa se entiende por Socialismo, y no desviar el
asunto hacia respuestas en formato PDF-TIPS: por ejemplo: “É pale Pedro: ¿Qué
es el Socialismo Bolivariano? Pues las ideas que defendía el Comandante
Presidente Supremo y Eterno Hugo Chávez” ([42]).
¿Acaso esto es suficiente para salir
del atolladero? Creemos que no. Hay que profundizar en el “legado
revolucionario” del pensamiento socialista de Chávez, no quedarse en los
clichés y fraseologías superficiales, muchas veces vacías, otras veces
utilizadas para obtener prebendas manipulando, eso sí, el llamado “Discurso
Chavista”. No se trata de abusar de los términos para administrar el carisma
histórico de Chávez, sino de responderse a una elemental interrogante: ¿Se
quiere superar o no el Capitalismo?
¿Con cuál “poder popular organizado”
y con cuál “democracia socialista y participativa” se avanza hacia la
transición al socialismo bolivariano, tal como se plantea en el Programa de la
Patria? ¿Se ha difundido masivamente el Programa de la Patria entregado a la AN?
¿Es el mismo programa de la Patria que Chávez se encargó de levantar como su
propuesta?
¿Cuál es el rol del bloque
popular revolucionario como sujeto para el cambio estructural, que
encarna las tareas económicas y políticas de la transición socialista en este
programa? ¿Avanza la democracia socialista y participativa teniendo como eje
el poder organizado de los trabajadores y del pueblo?
¿Dónde queda la presunta sinergia
virtuosa entre “movimiento de masas”, la dirección política colectiva y la
concepción teórica revolucionaria? ¿Son acaso tres dimensiones huecas? ¿Podemos
seguir hablando de una teoría revolucionaria “infalible” y de una vanguardia
política “auto-proclamada”? ¿A qué se refieren cuando se habla de “movimiento
popular revolucionario” o “movimiento de masas”?
Es importante no perder el hilo
conceptual e histórico de la revolución bolivariana. En el pasado reciente no
hay ruinas (aunque algunos desearían que el legado revolucionario de Chávez
fueran solo ocurrencias sin coherencia, o simples “loqueteras” de Chávez). Al
contrario, opinamos que son fundamentaciones ético-culturales, teóricas y
espirituales del cambio posible, lo que constituyó sin duda, la promesa mayor
de cambio revolucionario desde el siglo XX: la revolución bolivariana,
democrática y socialista.
7.- LAS MEDIDAS CONTRA LA GUERRA
ECONÓMICA DEBEN REVESTIRSE DE PRESTIGIO SOCIAL Y LEGITIMIDAD POPULAR:
Todas las medidas gubernamentales
para atacar la guerra económica deben revestirse de prestigio, de
reconocimiento, de legitimidad; no pueden dar espacio para ser recuperadas por
el sistema capitalista parasitario que pretenden combatir, ni dar lugar a que
los grandes capitales intenten inhibirlas, con concesiones y favores, que
llevarán al traste el pequeño impulso dado en una dirección socialista; es
decir, se está luchando contra la usura, el acaparamiento y la especulación;
pero no puede facilitarse el vandalismo ni formas de consumismo, que más
que mejoras en el Bienestar, muestran los frágiles hilos de la
conciencia socialista.
De manera que si se persiguen
recuperar algunos desequilibrios con las recientes medidas administrativas,
téngase presente que una revolución implica necesariamente el concurso de una
“reforma intelectual y moral” directamente enlazada al cambio de
mentalidades y costumbres(Gramsci dixit). Por ejemplo, la mentalidad del
“raspa ollas” de cuello blanco se disemina hacia los estratos más bajos de la
pirámide social, reforzando una “mentalidad de rebatiña” bajo presiones
psicológicas de pánico, caldo de cultivo de hechos lamentables y repudiables de
delincuencia y vandalismo bajo el formato del “saqueo de bienes de consumo”.
¿Quién le pone entonces el cascabel al gato?
Una cosa es el derecho a satisfacer
necesidades sociales históricamente condicionadas, otra el vandalismo y el
bandidaje, el uso de la revolución para reforzar la contra-revolución en el
régimen ideológico de necesidades sociales, la exaltación de los valores-signos
de la sociedad capitalista que se pretende superar.
8.- NO HAY REVOLUCIÓN SIN MANEJAR
ADECUADAMENTE LAS CONTRADICCIONES INTERNAS Y SIN ENFRENTAR CON DECISIÓN A LA
DERECHA NACIONAL E INTERNACIONAL:
Incluso en una revolución constitucional,
democrática, pacífica y electoral, se harán patentes desequilibrios,
tensiones, desajustes, conflictos y antagonismos, derivados de un proceso
histórico.
Pero, ¿Si se tratase de síntomas de
decadencia? ¿Qué tipo de tensiones arrastra un mayor poder de gravitación
de lo viejo que no termina de morir y las debilidades de lo nuevo que
al parecer, no nace con fuerza? ¿Cómo desprenderse efectivamente del “sello
de la vieja sociedad” (Marx-Crítica al programa de Gotha)? ¿Cómo no darle
oportunidad al retorno del monstruo fascista?
“De lo que aquí se trata no es de
una sociedad comunista que se ha desarrollado sobre su propia base, sino
de una que acaba de salir precisamente de la sociedad capitalista y que, por
tanto, presenta todavía en todos sus aspectos, en el económico, en el moral y
en el intelectual, el sello de la vieja sociedad de cuya entraña procede.”
(Marx-Crítica al programa de Gotha)
¿Cómo imaginar y pensar la transición
al socialismo desde las sub-estructuras económicas, político-jurídicas
e ideológico-culturales del capitalismo rentístico, dependiente y atrofiado,
desde la especificidad histórica de la formación social venezolana?
Por otra parte, la construcción (en
esta sociedad específica) del “poder popular organizado” y un área de propiedad
pública, estatal y/o social, implica introducir severos desequilibrios
en las relaciones de fuerzas entre grupos, sectores y clases; así como en el
control de los medios de producción o de los factores de producción presentes
en la sociedad. Esto es de Perogrullo, y contra esa posibilidad se activó
desde el Imperialismo la “Fórmula para el Caos” para derrocar finalmente a el
Gobierno de Allende en Chile-1973.
Por cierto, no se trata de fórmulas
mecánicas para ser aplicadas como un guion sin aprendizajes, sino de sus
reactualización permanente bajo el principio de flexibilidad táctica de una
estrategia contra cualquier proceso de cambio revolucionario en Nuestra
América. De manera que una de las lecciones de aquellos guiones es el énfasis
otorgado al aprovechamiento y agudización de las diferencias y contradicciones
internas del proceso revolucionario.
9.- ¿SABEMOS LO QUE SIGNIFICA
“CONSTITUCIÓN MATERIAL”?:
Una revolución, aún democrática,
pacífica y constitucional, sin desequilibrios, sin contradicciones de
intereses, es una revolución bastante paradójica, pero no debemos
olvidan lo que significa “Constitución Material”.
El socialdemócrata alemán Ferdinand
Lassalle en su texto “Qué Es La Constitución” (1872) señaló “la Constitución
es la suma de los factores reales de poder que rigen en un país (...),
se cogen estos factores reales de poder, se extienden en una hoja de
papel, se les da expresión escrita, y a partir de este momento,
incorporados a un papel, no son simples factores reales de poder, sino
que se han erigido en Derecho”.
¿Cuál es la relación entre el
monopolio de la decisión política y el Derecho Constitucional? ¿Cómo inciden
allí los factores reales de poder?
Una Constitución que no tome en
cuenta ni exprese la realidad de los poderes fácticos y sociales, de las
relaciones de fuerzas que son sistematizadas en el Derecho, pierde su eficacia,
legitimidad y validez. Se convierte en una Constitución aérea, nominal, escrita
pero que está siendo corroída por principios, valores y normas que aplicados en
la práctica, y siendo distintos a los contenidas en ella, generan un
desconocimiento de facto de la misma.
La dialéctica entre revolución y
contra-revolución es parte de la dinámica inherente de este tipo de procesos
históricos en los cuales la Constitución Política Escrita, puede
jugar el vital papel como “dispositivo de sublimación” de los conflictos
sociales y antagonismos políticos,transformando la lucha existencial en una
lucha agonal; es decir, pasar del antagonismo existencial: aniquilación y
negación del otro en tanto que “enemigo”, al conflicto agonal; es
decir, un proceso reglado por procedimientos institucionales, donde la
conquista y ejercicio del poder, es un proceso con reglas que reconocen la
presencia política del otro como “adversario”, y que eventualmente
podrían llegar al poder dada la posibilidad de alternancia que ofrece el
recurso del sufragio. De manera que si se pretende regular el conflicto,
evitando que se transforme en “antagonismo existencial”, no permita que se
desconozca la Constitución, las leyes, sus instituciones, sus procedimientos y
la posibilidad cierta de alternancia: el sufragio.
Cualquier activación de una matriz de
fraude que sea parte de una campaña de desestabilización del estado democrático
y de sus instituciones, intenta descalabrar esta arquitectura de legitimación
política democrática y pasar del conflicto agonal al conflicto existencial.
¿Estamos transitando de una lucha
agonal regulada por la Constitución y las leyes, a una lucha existencial, con
una tendencia al “ascenso de los extremos” (Clausewitz dixit), a llevar la
polarización hacia la negación del otro; donde predominaran las relaciones de
fuerzas propiamente políticas y militares?
Aquí reside una distinción importante
entre una revolución democrática y pacífica (o una oposición “democrática y
pacífica”) en el marco de la Constitución y las leyes; y una revolución que
desconoce la legalidad (una contra-revolución que tiende a optar por la no
cooperación con el dispositivo constitucional y legal) que desconoce el
dispositivo de regulación de los conflictos y antagonismos; es decir, la
Constitución y las leyes.
A la inversa: ¿Quién se desliza
primero en la transformación de un conflicto agonal en un conflicto
existencial? ¿Qué consecuencias acarrea esta decisión? ¿Quién rompe las reglas
de la revolución legal y pacífica? ¿Quién da el paso decisivo para pasar a un
escenario constituyente, con manifestaciones de amenaza, intimidación y uso
efectivo de la acción ilegal o de violencia política?
El consejo práctico es: si usted
quiere hacer una revolución democrática, aprenda a gestionar
políticamente el mar de contradicciones que afectan sus
auto-referencias teóricas; esto no es tarea de la “cibernéticas de primer
orden” ([43]). Cuídese se cualquier auto-referencia
que conduzca a meterlo en laberintos. La máxima elemental es si usted considera
posible o no una revolución democrática, constitucional, pacífica y electoral.
Si lo considera imposible, entonces asuma su barranco constituyente, fáctico o
regulado mínimamente.
En este contexto, Chávez logró un
objetivo que para muchos pensadores de izquierda revolucionaria era
inconcebible: derrotó a la derecha golpista sin declarar un “Estado de
Excepción” y sin necesidad de “aniquilar por las armas” al enemigo. Aunque no
deben confundirse, lo interesante del caso es que en los momentos de mayor
tensión política, Chávez no utilizó recursos extremos. En los momentos más
críticos, Chávez siempre llamó a acatar las disposiciones, principios,
valores vinculados a los consensos básicos de la Constitución. Quizás
por esto, aprendió luego de aquellos errores que se cometieron para facilitar
los hechos del 11 de abril de 2002: ceder confianza en potenciales traidores a
la Constitución.
De manera que si no se acepta
la construcción de consensos básicos en el marco del
reconocimiento de la Constitución y el pluralismo político, entonces el proceso
se desliza gradualmente al borde entre lo agonal y lo existencial.
Esto debe estar claro, para trazar las fronteras que delimitan los espacios de
posibilidad del conflicto; es decir, las reglas de juego y las expectativas que
de ellas se desprenden.
Insistimos: ¿Acaso Venezuela se
desliza hacia un conflicto existencial definitivo entre revolución y
contra-revolución? ¿Bajo qué modalidades de lucha y cuáles son sus expresiones
multifacéticas? No olvidemos que el “doble poder” es un fenómeno consustancial
de los procesos revolucionarios y contra-revolucionarios; y justamente la
conversión del poder constituyente en poder constituido habla más del punto
crítico de la burocratización, que cualquier discurso de enmienda sobre métodos
de dirección y organización del gobierno.
10.- PARA (NO) OLVIDAR EL 14 DE ABRIL
DE 2002 (NI DEL 2013):
Si se pretenden neutralizar los
intentos desestabilizadores presentes en el año 2013, es preciso fortalecer
la unidad cívico-militar desde abajo; es decir, desde las instancias
y órganos de base del poder popular. Impulsar círculos o comités de
trabajadores, campesinos, pobladores junto a los soldados de la revolución
bolivariana para la defensa de la Constitución y el gobierno legítimamente
establecido, es una tarea indispensable, si se trata de contener los planes
golpistasde la derecha.
No hay que ser ingenuos ante los
movimientos de desobediencia (golpe blando) impulsados desde los factores de
poder de derecha, ni ante la coordinación de provocaciones de hipótesis de
conflicto internacional que aparecen en sus planes.
Cuando cualquier intento de
desestabilización se enfrente a la muralla de la multitud bolivariana
organizada, movilizada en despliegue para la batalla, allí se verá si se
deciden a violentar y desconocer el orden Constitucional, las instituciones del
estado democrático y las leyes.
Por otra parte, los resultados
electorales del 14 de abril de 2013, poco debatidos orgánicamente (debates
referidos casi exclusivamente al segmento de votos bolivarianos que se
abstuvieron o sencillamente votaron en contra de la revolución), mostraron las
condiciones reales de la correlación de fuerzas electorales (un aspecto parcial
del balance de fuerzas en diferentes ámbitos) entre dos bloques
sociales y políticos, luego del hecho fundamental de la política en el
último trimestre del año 2012 y primer trimestre del año 2013: la partida
física de Chávez.
Las expectativas sobre éste último
acontecimiento y su desenlace el 5 de marzo; así como la diferencia de brechas
obtenidas en el 2013 frente a las elecciones presidenciales del 7 de octubre,
generaron un sinnúmero de lecturas sobre la fortaleza o debilidad de la
legitimidad de origen del Gobierno de Maduro.
Si no se aborda en profundidad este
hecho político decisivo, no se entenderá la gravedad del cuadro
económico, electoral y político. El atolladero electoral se resume en la
siguiente cuestión: ¿Qué ocurre cuando las brechas se cierran o se invierten
los resultados en varios espacios territoriales que constituyen pivotes de la
geografía electoral del poder?
Marea de flujos y reflujos
electorales. Este es el sismógrafo de actitudes,
opiniones, valores y expectativas frente a las alternativas propuestas. ¿Quién
se sintoniza con estas corrientes y saca las lecciones prácticas para la
acción?
¿Quiénes utilizarán las estrategias
conocidas de manipulación, confusión y desinformación para utilizar resultados
electorales y plantear que el “soberano habló”: Maduro ya no es legítimo
Presidente de Venezuela?
Es de ante-ojito el escenario que se
pretenden mostrar para susurrarle al oído de sectores militares
dispuestos a dar el paso para un pronunciamiento con consecuencias golpistas, o
incluso acciones con mayores grados de amenaza y uso de la violencia.
En efecto, el sistema político y
social no parece abordarse de manera integral en las declaraciones de la alta
dirección política de la revolución, sino como una crisis electoral por acá, y
una crisis económica por allá, medidas político-electorales por un lado,
medidas administrativas por otro lado.
No se está captando su concatenación
desde una perspectiva integral, como se está omitiendo, el conjunto de
provocaciones para generar una hipótesis de conflicto internacional, sea con
Guyana, sea con factores políticos de Colombia, sea con las principales
potencias occidentales lideradas por Washington. Entonces, estas
manifestaciones de la crisis están concatenadas, están
interrelacionadas.
Los dirigentes políticos de la
revolución, al parecer, no están asimilando las lecciones de Chávez quién
concatenaba de manera rigurosa eventos pertenecientes a esferas y ámbitos
inter-relacionados, a las llamadas sub-estructuras: económicas,
político-jurídicas, militares, ideológicas, nacionales e internacionales.
Por ejemplo, el 8-D demostrará si
cuando Chávez llamo a la “unidad, batalla, lucha y victoria”, la alta dirección
del proceso bolivariano revolucionario (incluyendo a todos los factores
políticos del GPP-SB) estuvo a la altura del compromiso para conducir y
orientar la movilización popular en la dirección correcta de la victoria, o
si los medios de acción, organización, métodos, recursos, responsables, metas y
finalidades fueron las correctas a la hora de abordar los nuevos desafíos
electorales en un cuadro de crisis política más amplio.
Las grandes preguntas de los
resultados del 8-D será: ¿Cómo afectaron las percepciones y valoraciones de la
situación económica en los resultados electorales? ¿Cómo afectaron las percepciones
y valoraciones sobre la acción de gobierno en materia económica en los
resultados electorales? ¿Cómo afectó la llamada “guerra económica”, como
política de asedio y desgaste a los resultados electorales?
Aunque las elecciones del 8-D sean
para elegir alcaldes y concejales, están sobre-determinadas por
consideraciones económicas y políticas de alcance nacional e internacional.
Es eso lo que aprovecha la oposición para montar la tesis del “plebiscito”
(factor detonante para nuevas acciones) y es eso lo que mueve al gobierno a
señalar al 8-D como un día de reforzamiento de la lealtad con Chávez.
Así mismo, la reciente convocatoria a
concentraciones de protesta opositoras el día 9-N, son parte de las maniobras y
ejercicios previos para analizar las posibilidades de éxito de una protesta o
levantamiento de calle opositor.
Este es un guion de Washington,
ensayado con éxito en las revoluciones de colores y en los conflictos recientes
en el oriente medio y en el norte de África. ¿Estará preparado el alto gobierno
para enfrentar nuevos desafíos de calle, sin caer en las emboscadas y los
objetivos perseguidos por las maniobras que configuran las estrategias y
tácticas de desobediencia social presentes en el llamado guion del “golpe
suave”?
Debemos estar claros, hay dimensiones
políticas más amplias que están en juego, y hacerse los locos, o minimizar los
desafíos, es parte de una contra-propaganda para la infantilización del
movimiento de masas (el pueblo en minoridad).
La gran pregunta del 8-D es: ¿Qué
dejó sembrado Chávez como legado de conciencia política revolucionaria, como
disposición a la organización, a la movilización, a la lucha en la población
bolivariana? ¿Habrá “arado en el mar” o consolidó una base sólida de respaldo
para relanzar el proceso bolivariano revolucionario en la dirección del
tránsito cierto hacia el socialismo?
Allí surge una cuestión urgente de
este cuadro político. ¿Se tiene la cautela o precaución suficiente para manejar
adecuadamente contra-medidas ante las acciones de instigación de
contradicciones internas en el seno de la revolución?
El asunto de cómo manejar las
diferencias y divergencias de criterios en el interior del campo
bolivariano, cómo gestionar las críticas necesarias, sin ofrecerle
ventajas decisivas ni estructuras de oportunidad política para que desde allí
se intente descalabrar al campo bolivariano y a su gobierno es una de las
tareas más delicadas de la actual coyuntura.
Sugiero que frente a las llamados
“críticas desmedidas” o los “profetas del desastre” en el campo intelectual, no
se deben tomar medidas de censura política (errores que ya se han tomado),
retaliación y mucho menos, acciones que solo pueden denominarse como
“policiales”; es preciso canalizar el debate soterrado hacia instancias
orgánicas de producción de propuestas y soluciones, tanto en el terreno del
pensamiento como en el seno de instancias orgánicas donde se hagan presentes
diversas fuerzas sociales, corrientes y movimientos, como los factores del
GPP-SB y del aparato de gobierno.
Es con un debate riguroso, amplio y
abierto donde se manejan las diferencias de criterios entre fuerzas sociales y
políticas revolucionarias. Lo otro es un burdo estalinismo que traduce miedo y
debilidad de autoridad legítima efectiva.
El gobierno, los partidos y los
movimientos deben saber procesar todos los elementos de la crítica, sus
diagnósticos, sus bases teóricas, sus recomendaciones sin estigmatizaciones al
voleo ni criminalizaciones infantiles. Pues la derecha se frota las manos cada
vez que desde el aparato gubernamental, desde los partidos o desde los
movimientos, colectivos o corrientes se comete la torpeza de no poder abordar
las voces críticas en términos constructivos. ¿Cuántas veces han debito
tramitarse las diferencias como si fuesen divergencias porque no existen los
canales adecuados para el debate democrático de ideas?
Tampoco se puede abordar el terreno
de la crítica desde los más viscerales afectos marcados por rivalidades
elementales y rencillas personales. Allí cabe la frase: quién descalifica al
otro personalmente, se descalifica a sí mismo como interlocutor válido en un
debate donde se juega el fortalecimiento y consolidación de la revolución
bolivariana.
Más allá de tomar como relevante los
sesgos afectivos y personales de los actores presentes en un debate, el asunto
va mucho más allá: ¿Cuáles son los problemas, los retos y las propuestas de
solución?
11.- CUIDAR LA UNIDAD: DEL
PUEBLO-ESPECTADOR AL PUEBLO BOLIVARIANO ORGANIZADO Y PROTAGONISTA DE SU PROPIO CAMINO
REVOLUCIONARIO:
La “democracia socialista”, presente
en el programa de la Patria, no puede convertirse en un señuelo, espejismo o un
espantapájaros. La participación de las “masas populares”: del poder obrero
organizado, del poder campesino organizado, de los pobladores, de mujeres y los
jóvenes revolucionarios, de profesionales, técnicos, científicos e
intelectuales a favor del socialismo en asambleas, foros, congresos, seminarios
y actos multitudinarios de calle, no puede desaparecer de la agenda política.
Sería un gravísimo error de
incalculables consecuencias que el “pueblo organizado” sea conformado a
aspirar ser una pueblo-espectador o pueblo-masa de maniobra, un
“gran público televisivo” o twittero (a pesar de las recientes medidas de
sabotaje imperial) de la tele-política en clave socialista, o convocado como
vagón de cola cuando en la alta dirección del gobierno se siente el agua al
cuello. No, hay que convocar al pueblo bolivariano organizado a participar
activamente en las tareas económicas y políticas de la nueva fase de
escalamiento del conflicto, en función de trazar los objetivos de avance del
rumbo socialista.
Desde la tele-política se teje
sobremanera “pueblo-espectador”. Se requiere ir mucho más allá de la
administración eficiente de una psicología política colectiva, que tiende a
mantener en estado de pasividad y expectativa a los sectores populares.
Utilizar las armas melladas del
capitalismo en el terreno de la “comunicación de masas”, como en el resto de
los campos, no implica entonces avanzar hacia el socialismo. No puede
conformarse el pueblo bolivariano a una actitud de espera pasiva.
¿Esperar que? ¿Esperar que siga avanzando la derecha? ¿Esperar que sean los
monopolios privados los que controlen y regulen la totalidad del sistema
económico? ¿Esperar que la táctica de bailar pegado con algunos grupos
capitalistas (a riesgo que te roben la cartera: léase presupuesto público)
permita la tan manida reactivación del aparato económico?
¿Esperar que nos reconozca
Washington? ¿Esperar que el capital transnacional sea nuestro salvavidas?
¿Esperar por ayuda de los países aliados? ¿Esperar que las masas “maduren
políticamente”? ¿Qué ocurre con las fuerzas enemigas y adversarias mientras se
espera tanto? ¿Retroceden, se dividen, colapsan, se incorporan a la revolución
democrática y socialista?
Pues no, estas fuerzas avanzan, se
unen y elaboran un programa de Transición post-chavista; y lo que más
importante: una estrategia unificada de transición post-chavista con gran
flexibilidad táctica (con varios operadores económicos, con tácticas
multiformes en el terreno político, con la proyección de un liderazgo colectivo
en el campo opositor, con la conquista ideológica de determinado segmento del
poder constituido, incluida la FANB, con la agudización del descontento social,
con el estímulo de deserciones, divisiones y provocación de factores que
pretenden enarbolar banderas más revolucionaria que el mismo Chávez).
Si no fuera por la estupidez interna
y los desajustes de algunos factores opositores de encarnar los roles y guiones
definidos en la fórmula para el caos en Venezuela, preparada desde Washington,
así como por la reciente contra-ofensiva del gobierno, las cosas estarían mucho
peor.
En este contexto, la convocatoria a
los comités de defensa populares de la economía podrían convertirse, junto a
otras organizaciones de base del poder popular, en una importante iniciativa
para salir de la movilización meramente electoral, para pasar a un grado mucho
más alto de la re-politización del pueblo organizado, en tareas que se
inscriben en lograr el mayor control y poder de los trabajadores y el pueblo
sobre los centros estratégicos de comando económico del país.
Por su parte, la estrategia de la
oposición sigue funcionando como una “estrategia de la termita”: está
carcomiendo las fibras internas de las sub-estructuras de poder social:
económicas, políticas, jurídicas, comunicacionales, ideológicas, culturales,
militares de la revolución bolivariana, aparentemente de modo silencioso y sin
rostro, pero aprovechando los nudos críticos, desventajas y debilidades de la
revolución para colapsar el sistema en su totalidad.
Un punto crítico clave de tal
estrategia es lograr en algún momento temporal la división-deserción de un
segmento importante de dirección y/o de base de apoyo de la revolución
bolivariana. De manera que la unidad bolivariana debe estar preparada para los
más insólitos ataques o acciones de asedio y desgaste a su integración o
cohesión interna.
De ese esfuerzo de debate orgánico y construcción de una unidad política más sólida para la movilización del pueblo trabajador organizado, depende la clarificación de criterios para salir del estancamiento reconocido. Una reconducción democrática del proceso bolivariano, puede lograr mayores grados de unidad en las fuerzas sociales y políticas que apoyan la revolución. No hay que perder de vista que sin unidad no habrá victoria alguna en el mejor de los casos, ni un control más eficaz de cualquier retroceso momentáneo. Hay que evitar a toda costa que las contradicciones propias sean aprovechadas por los adversarios y enemigos del proceso bolivariano.
NOTAS:
[1] La Auctoritas implica una
credibilidad, confianza y legitimación socialmente reconocida que se le otorga
a una institución o serie de ciudadanos que tienen la capacidad intelectual y
moral para emitir una opinión cualificada sobre una decisión. Tiene auctoritas
quien posee la capacidad para ser auctor; es decir, para fundamentar o
fortalecer un juicio o una decisión. (Manuel Garcia Pelayo. N 42 de la Revista
de la Facultad de Derecho, Caracas, UCV, 1969, Auctoritas). El
liderazgo se basa en la credibilidad, que toma años ganarla e instantes para
perderla. A través de la persistencia, consistencia, y demostraciones de
paciencia es que el liderazgo adquiere la cualidad de ser digno de confianza y
respeto de sus seguidores. Esta se pierde con un paso en falso, un acto
inconsistente, un acuerdo roto, una mentira, un encubrimiento. Hay múltiples
tipologías de liderazgo, pero es importante retener tres tipos de líderes: los
profetas, los manipuladores y los estadistas. De tal manera, la
auctoritas debería acompañar al liderazgo.
[2] Como
señala Dussel en sus 20 tesis de política, lo político se corrompe (una
“corrupción original” que denomina “fetichismo del poder”), en la medida en que
el actor político “afirma su propia subjetividad” o la institución en la que
ejerce funciones “como la sede o la fuente del poder político”; es decir,
cuando se ejerce el poder desde una “autoridad auto-referente”. Dussel piensa,
en cambio, que todo ejercicio del poder tiene como “referencia primera y última
al poder de la comunidad política” o al pueblo. El poder lo tiene siempre y
sólo la comunidad política o el pueblo. Esta facultad o capacidad inherente al
pueblo (última instancia de lo político) es la denominada potentia. La
potentia se actualiza, es institucionalizada. Es la potestas, o sea, la
constitución de la potentia “como poder organizado”, que inicia cuando la
comunidad se afirma como “poder instituyente” y crea instituciones. El poder
instituyente, aunque debe necesariamente institucionalizarse, expresarse
mediante instituciones, no debe perder de su relación fundante, pues si lo hace
corre el riesgo de corromperse, de burocratizarse. Para un análisis del
socio-análisis y la teoría crítica. Ver: Loureau, Lapassade, Guattari, Kamenka
y sus críticas a la burocracia.
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