¿Socialismo en construcción ó
nomenclatura en construcción?
El drama político de Chávez: El llamado a “Golpe de
Timón” en el alto gobierno
Por: Javier
Biardeau R. |
Más allá de la dolorosa e insondable
tragedía humana referida a la situación de salud de Chávez, se viene pasando
lamentableme por alto una situación que oscila entre el drama y la tragedia
política, situación que repercutirá más temprano que tarde en lo profundo
de las estructuras políticas e ideológicas que soportan la revolución bolivariana:
“El socialismo que no llega, el socialismo que no arranca, el socialismo que
parece ser puro “mareo retórico”, la “transición indefinida”, el “capitalismo
de Estado” que llaman “socialismo del siglo XXI”, el reformismo-desarrollismo
como “nacionalismo burgués”, el “cesarismo” que se diluye en el llamado
hiper-liderazgo, la “adequidad” descarnada disfrazada de pumarrosa, el
oportunismo más ramplón vociferando consignas del Che, etc, etc”.
Algunas corrientes de la revolución
bolivariana se inquietan por el contrasentido de un “nuevo curso”(1) que
indica un reforzamiento de sectores, prácticas e ideologías pro-capitalistas o
funcionales al Capital en importantes voceros políticos (ministros, diputados,
gobernadores, candidaturas a alcaldes, cuadros de dirección partidista), que
diseminan explícitamente o implícitamente una clara orientación de “sacarle el
cuerpo” a la “teoría y práctica del socialismo”, que a falta de mejores
denominaciones, seguiremos llamando actitudes y mentalidades de la
“derecha endógena”.
La lista de nombres en puestos claves
del alto gobierno, de grupos económicos aliados al gobierno, de grupos
mediáticos aliados al gobierno, en el seno de las FANB, en el entramado
institucional y jerarquico del Estado, ha consolidado una nomenclatura
bolivariana. Esto no es ningún secreto. Los cargos con altas responsabilidades
en el Estado tienen claras relaciones y dependencias con las figuras de
dirección del PSUV.
En la URSS y en las experiencias de
los socialismos burocráticos del siglo XX pasó exactamente lo mismo. A pesar de
contar con personas “confiables en términos políticos”, no se avanza en la
construcción de la revolución y el socialismo. Las prebendas y
privilegios parecieran bloquear cualquier diseminación del espíritu revolucionario
del Poder Popular. Tan impermeable como la derecha capitalista tradicional a la
idea de las Comunas es tambien la nomenclatura bolivariana.
La tragedía revolucionaria de Lenin
parece que se reproduce con semejanzas en el drama político de Chávez. Este
fenómeno fue duramente criticado y combatido, sin éxito, por Lenin, por Trotsky
desde la Plataforma de Oposición de Izquierda. Si se reconstruyera hilo a hilo
la genealogía de las “prácticas de crítica y autocrítica” en la URSS en los
años 20, nos encontraríamos nada más y nada menos que con la liquidación de la
“plataforma de oposición de izquierda” que ya preveía que el curso de la
revolución soviética iba de mal en peor ya en 1927. Es decir, mientras
aquí reinaba como un monarca, el autócrata Juan Vicente Gómez, ya en la URSS
las cosas estaban fuera de quicio. Hay que ubicarse en tiempo y espacio.
La nomenklatura (3) en
la URSS se apoderó de los nombramientos importantes para todos los cargos
administrativos en el gobierno y dentro del mismo Partido, guardando listas de
todas las posiciones importantes de la administración pública y de los miembros
del Partido que fuesen candidatos potenciales a ocuparlas. Allí operó sin
reservas la lógica de la cooptación. Así se fueron conformando los anillos de
prebendas, privilegios y clientelas.
La nomenclatura soviética fue la cuna
de las posiciones privilegiadas en la nueva administración luego de la caida de
la URSS. De la nomenclatura surgieron los grupos economícos de poder de la
nueva Rusia, nuestra aliada geopolítica del mundo multipolar. Obviamente, el
realismo político obliga a bajar el volumen a ciertas melodias. Pero el drama
de Chávez es que se apague la música de las Comunas y del Poder Popular. Allí
el camino de una tragedía queda servido.
En la URSS el sistema político de
partido único contribuyó sobremanera en la consolidación de esa nomenclatura.
Un solo partido político intervenía en todos los niveles de la administración,
la economía, la cultura, la esfera jurídica, etcétera; y la
promoción dentro de la jerarquía política de dicho partido era el único camino
posible para satisfacer ambiciones individuales de poder. De manera que la
cooptación se impuso como mecanismo de ascenso, por aprobación de los jefes
inmediatos, quienes evaluaban a sus subordinados según criterios de lealtad
política y cumplimiento de metas. El principal peligro de la revolución
bolivariana, es que un distanciamiento de Chávez del cargo de Presidente,
acelere la conformación definitiva de una nomenclatura que hable en nombre de
Chávez y de la Revolución Bolivariana.
La nomenclatura en la URSS aparecía
como un espacio tensionado por las luchas internas de poder que se definían
siempre por el poder e influencia acumulado dentro del Partido por cada jerarca
o caudillo en pugna. Dicho poder e influencia estaba determinado por la
cantidad de “clientes, contratistas y grupos auxiliares” que poseía cada
“patrón” contendiente y por la importancia de los cargos ocupados por tales
“clientes, contratistas y grupos auxiliares”. Al estabilizarse una élite dirigente
que controlaba los mecanismos de poder, se olvidó por completo la tarea
revolucionaria. Es preciso evitar que este mismo proceso se acelere y consolide
en la Revolución Bolivariana.
El control sobre el
Estado, cual una "nueva clase" dirigente, permitió el acceso a
importantes privilegios materiales, olvidando el sistema de dominación,
desigualdad y exclusión hacia las clases populares y subalternas. La lucha
contra la élite del poder, se transmutó en una lucha en el seno de la propia élite
del poder. La revolución había finalizado. De manera que hay que prestarle
atención a las experiencias comparadas, para reconocer los riesgos que se
corren si no hay una efectiva democratización del poder en el seno de un
proceso revolucionario.
Sin embargo, ahora pareciera que se
considera pertinente el debate de fondo para afrontar una cada vez más evidente
y arropadora lógica de derechización y burocratización del proceso bolivariano
que acompaña a la llamada “institucionalización de la revolución” (o la
conversión del PSUV en un espejo del PRI Mexicano):
“Alguien debe organizar un gran foro sobre la
vía al Socialismo. Allí se discutirá, por ejemplo: ¿Se puede ir al Socialismo
en conchupancia con el capitalismo? ¿Se puede separar la relación económica de
la formación de la Conciencia del Deber Social, fundamento del Socialismo? ¿Se
pueden construir nuevos empresarios capitalistas sin conciencia capitalista,
como proponen algunos? La ausencia de discusión nos lleva al fracaso.”(3)
Y es que la ausencia de discusión, es
un componente esencial de una derechización paralela al curso de la salud del
Presidente que se refuerza con fenómenos como el burocratismo, el dogmatismo,
el sectarismo, el doctrinarismo, por más que se disfracen de consignas,
banderas, iconografías o simbologías revolucionarias.
La nuez del asunto es la que sin la
presencia activa y protagonismo de Chávez el proceso tiende a estancarse y
retrotraerse a fórmulas funcionales a la derecha endógena, pues la “revolución
ético-cultural” requerida como “reforma intelectual y moral” para impulsar la
hegemonía democrática del socialismo y anclar la significación de la conciencia
revolucionaria de la liberación social, se confunde con llamadas compulsivas a
una moralina revolucionaria que no entusiasma ninguna pulsión de subversión
profunda de las relaciones de poder (4).
El problema es que cuando se ha
tratado y se trata de levantar alguna insurgencia, rebelión, cuestionamiento,
insumisión o polvareda revolucionaria, los “mecanismos de defensa” de la
nomenclatura funcionan eficazmente para ahogar cualquier plataforma orgánica de
discusión entre corrientes, tendencias y fuerzas políticas que apoyan la
revolución bolivariana. Allí se bloquea discutir sobre aspectos medulares
de la “transición venezolana al socialismo”, y se apela a los “procedimientos”,
a los estatutos, a los llamados “problemas de método”, incluso se insinúan las
amenazas y tribunales disciplinarios que en realidad encubren claras
directrices políticas de liquidación del debate y de la reflexión crítica a
fondo, tomando el procedimiento y la forma o el relevo de aquello que es lo
sustantivo y el contenido de la discusión, cubriendo con un manto de censura,
autocensura y silencio la “problemática de la transición socialista”.
Todo aquel, aquellas o aquellos que
osen plantear el debate orgánico entre actores, movimientos y fuerzas políticas
que apoyan la revolución bolivariana, como una aspiración o demanda orgánica
del proceso revolucionario son colocado en aquel lugar que el actual
Vicepresidente Ejecutivo: Nicolás Maduro llamó (en la oportunidad debida de aquel
debate sobre “Intelectuales, Socialismo y Democracia” del Centro Internacional
Miranda) como “habladores de paja”(5). ¿Qué son los llamados
“intelectuales”? Pués muy sencillo: habladores de pistoladas. ¿Qué son los
colectivos cuestionadores? También muy sencillo: indisciplinados que proponen
aventuras sin destino. ¿Qué son los partidos aliados críticos? Aliados
electorales circunstanciales, votos que se arriman al mingo electoral, o voces
inconvenientes, ambiciosos y provocadores, o tal vez infiltrados del enemigo
imperialista. Y así se va corriendo la arruga y se institucionaliza en “no
debate”. Y de allí a la derechización, hay un diminuto paso.
Menciono deliberadamente las
importantes alertas de las ultimas opiniones del equipo político dirigido por Toby
Valderrama (6) (Un Grano de Maiz), y aquella experiencia caida
en desgracia del CIM, porque además entre estos dos espacios existen enconadas
diferencias de interpretación de la problemática de la construcción del
socialismo en Venezuela. Es decir, que aunque muchos llaman al debate, entre
ellos no hay manera de construir espacios conjuntos de debate. Esta es otra
condición de imposibilidad para realizar debates edificantes, constructivos o
como dicen ahora: propositivos. Entre diferentes colectivos, corrientes y
tendencias se han genarado profundos abismos, enconadas diferencias para asumir
la responsabilidad de una construcción colectiva revolucionaria.
Así podemos ver un desfile de
epítetos, con una puesta en escena de personajes, guiones, papeles y tribunales
ideológicos donde el “debate socialista” va dejando paso a paso las heridas de
los argumentos "ad hominem”, tratando luego de racionalizarlas o
enmascararlas bajo el tropos retórico de que se trata exclusivamente de
“representaciones de posiciones de clase”, pero sin mencionar que es la
nomenclatura y la burocracia en el alto gobierno, así como la lógica del
“partido único-Estado” una de las condiciones de imposibilidad para un debate
radicalmente democrático entre tendencias, movimientos y partidos aliados en el
seno de la revolución bolivariana. De manera que llamar al debate desde el
lugar de los epítetos y desde la artillería de las descalificaciones a priori
es llamar al “no debate”.
Por otra parte, las delicadas
circunstancias de la voluntad política revolucionaria, en lo que analizando a
Bolívar llamó Acosta Saignes: “Acción y Utopía del hombre de las dificultades”,
es relatada por el mismo Chávez el día 8 de diciembre en lo que algunos
denominaron “testamento político”, tratando de generarse artificiosamente
la sensación que esas eran las últimas palabras de Chávez, llevando agua al
molino del olvido al invisibilizar la intervención de Chávez en el acto del
“Primer Consejo de Ministros del nuevo ciclo de la Revolución Bolivariana”
difundido bajo el nombre de “Golpe de Timón” (7).
Y es que la intervención del 8 de
diciembre (8) y la intervención del 20 de octubre de 2012
presentan una coherencia revolucionaria que no puede pasarse por alto, al igual
que muchos enunciados presentes en el llamado “Plan Patria” que para efectos
nominales seguiré llamando Plan “Independencia y Patria Socialista” (9),
pues la eliminación de ciertos términos parece ser clara consecuencia del
desdibujamiento del Socialismo como “teoría y práctica revolucionaria”:
“No nos llamemos a engaño: la formación
socioeconómica que todavía prevalece en Venezuela es de carácter capitalista y
rentista. Ciertamente, el socialismo apenas ha comenzado a implantar su propio
dinamismo interno entre nosotros. Éste es un programa precisamente para
afianzarlo y profundizarlo; direccionado hacia una radical supresión de la
lógica del capital que debe irse cumpliendo paso a paso, pero sin aminorar el
ritmo de avance hacia el socialismo. Para avanzar hacia el socialismo,
necesitamos de un poder popular capaz de desarticular las tramas de opresión,
explotación y dominación que subsisten en la sociedad venezolana, capaz de
configurar una nueva socialidad desde la vida cotidiana donde la fraternidad y
la solidaridad corran parejas con la emergencia permanente de nuevos modos de
planificar y producir la vida material de nuestro pueblo. Esto pasa por
pulverizar completamente la forma de Estado burguesa que heredamos, la que aún
se reproduce a través de sus viejas y nefastas prácticas, y darle continuidad a
la invención de nuevas formas de gestión política.”
Allí el mismísimo Chávez apunta a la
nuez del problema, pues reconoce que luego de el Primer Plan Socialista
(2007-2013) lo que existe es la prevalencia de la formación económico-social
capitalista y rentista. Y este tema será retomado en su intervención del 8 de
diciembre bajo las delicadas circunstancias ya anunciadas, sobre la cual se ha
hecho especial y deliberado énfasis en la cuestión de la sucesión política y
desdibujando la cuestión programática del socialismo:
“Y en cualquier circunstancias, Nosotros debemos
garantizar la marcha de la Revolución Bolivariana, la marcha victoriosa de esta
revolución, construyendo la democracia nueva que aquí esta ordenada
(Constitución Nacional) por el pueblo en constituyente, construyendo la vía
venezolana al socialismo, con amplia participación, en amplias libertades, que
se están demostrando una vez más en esta campaña electoral para gobernadores,
con candidaturas por aquí, candidaturas para allá, libertades, en plenas
libertades...” (Discurso de Chávez; 8 de diciembre de 2012)
¿Cómo construir la vía venezolana al
socialismo si en el seno de la conducción política del proceso hay voceros que
actuan como “reformistas mediocres, socialistas domesticados y demócratas
fariseos” tal como los denominó Mariátegui? El asunto es si la estructura de
representación y conducción política de la revolución bolivariana en su
conjunto, tienen convicciones ideológicas, formación política y coraje
suficiente para abordar el espinoso asunto de la transición socialista, desde
una base programática claramente establecida en el discurso de Chávez:
“En el año 2004, la Revolución Bolivariana
proclamó su carácter antiimperialista y en el 2006 se definió como socialista.
La prédica de la Revolución ha sido continua: no queremos permanecer en el
ámbito del capitalismo, es indispensable que en Venezuela encarne el socialismo
como el ancho y abierto camino hacia la suprema felicidad social”. (Plan
Independencia y Patria Socialista).
Como hemos señalado, las
circunstancias de salud de Chávez han permitido que sectores interesados en el
“no debate” contribuyan a desdibujar, creo deliberadamente, el asunto
ideológico y programático para concentrarlo en la “personalización del poder”,
en quién sería el “sucesor político” de Chávez, para efectivamente yugular el
proceso de cambios que se insinúan en el Plan “Independencia y Patria
Socialista”.
En el mal-llamado “testamento
político de Chávez” queda claramente establecido que Chávez no entregó un cheque
en blanco a Nicolas Maduro, pues si por circunstancias sobrevenidas que
inhabiliten de manera permanente a Chávez para ejercer el cargo de Presidente,
el mismo Chávez llamó a prestarse todo el apoyo irrestricto a la figura de
Nicolás Maduro, pero agregando una coletilla importantísima que algunos
opinadores barren debajo de la alfombra: “dirigiendo junto al pueblo siempre, y
subordinado a los intereses del pueblo, los destinos de esta patria”.
Por tanto, cabe destacar la
coletilla: Junto al pueblo y subordinado al pueblo, queda claro que allí no hay
cheque político en blanco, y que Nicolás Maduro está sometido a la contraloria
social, responsabilidad política y a todos los mecanismos establecidos para el
ejercicio de la soberanía popular y de la democracia participativa y
protagónica. De manera que el 8 de diciembre, Chávez ha trazado además un rumbo
programático que no puede diluirse en formas de derechización de baja
intensidad o de reforzamiento del Capitalismo Rentista de Estado, como además
queda muy claro y de manera consistente en la intervención del 20 de octubre de
2012. El 8 de diciembre señaló:
“Nosotros debemos garantizar la marcha de la
Revolución Bolivariana, la marcha victoriosa de esta revolución, construyendo
la democracia nueva que aquí esta ordenada (Constitución Nacional) por el
pueblo en constituyente, construyendo la vía venezolana al socialismo, con
amplia participación, en amplias libertades, que se están demostrando una vez
más en esta campaña electoral para gobernadores, con candidaturas por aquí,
candidaturas para allá, libertades, en plenas libertades...”
El 20 de octubre señalo que:
“Entonces, venimos con el tema de la democracia,
el socialismo y su esencia absolutamente democrática, mientras que el
capitalismo tiene en su esencia lo antidemocrático, lo excluyente, la
imposición del capital y de las élites capitalistas. El socialismo no, el
socialismo libera; el socialismo es democracia y la democracia es socialismo en
lo político, en lo social, en lo económico.”
Chávez dice claramente “vía
venezolana al Socialismo”. No dice “Capitalismo de Estado”. La clave de la
construcción socialista implica avanzar garantizando la unidad nacional,
popular y revolucionaria, sin otorgarle concesiones a una posible usurpación
del poder por parte de los tradicionales enemigos o adversarios, pero tampoco a
factores de la derecha endógena, que suponen que no hay diferencias sustantivas
entre capitalismo y socialismo.
De manera que Nicolás Maduro, tiene
una responsabilidad adicional a la de garantizar la estabilidad política en las
actuales circunstancias: debe colocarle un cerrojo a la posibilidad de meter el
término socialista en el cajón de los anatemas, cuidándo que una opción
reformista-desarrollista desnaturalice el horizonte socialista de la revolución
bolivariana. Esto significa que debe cuidar que la conducción de la revolución
no termine siendo hegemonizada por reformistas mediocres, socialistas
domesticados o demócratas fariseos.
Chávez ha dejado un legado
programático: un guión revolucionario, democrático y socialista abierto y
activo, que no debe convertirse en objeto de olvido, duelo, nostalgia y
melancolía. Si la revolución bolivariana olvida su horizonte socialista,
democrático y revolucionario quedará estancada en una opción populista
redistributiva con sensibilidad de izquierda que derivará, como derivó
históricamente el legado de la revolución mexicana, en una opción
desarrollista, burguesa y capitalista.
Chávez el 20 de octubre citó
extensamente (a despecho de las críticas de Toby Valderrama a Giordani y
Meszaros) lo siguiente:
“Hay una frase que hace tiempo subrayé, la voy a
leer, señores ministros, ministras, vicepresidente, hablando de la economía,
del desarrollo económico, hablando del impulso social de la revolución: “El
patrón de medición -dice Mészáros- de los logros socialistas es: hasta qué
grado las medidas y políticas adoptadas contribuyen activamente a la
constitución y consolidación bien arraigada de un modo sustancialmente
democrático, de control social y autogestión general”.
Chávez habla de “desarrollo
económico” en términos de logros socialistas: “un modo sustancialmente
democrático, de control social y autogestión general”. Además señaló aquellos
factores determinantes de la transición siguiendo los planteamientos de
Giordani:
“(…) la transformación de la base económica del
país para hacerla esencial y sustancialmente democrática, porque la base
económica de un país capitalista no es democrática, es antidemocrática, es
excluyente y de allí la generación de riqueza y de grandes riquezas para una
minoría, una élite, la gran burguesía, los grandes monopolios, y de allí
también la generación de la pobreza y la miseria para las grandes mayorías.”
Y en extenso citó las condiciones que
orientan la transición al socialismo en cuanto a la transformación productiva
ligada al modelo de acumulación:
“1. La modificación de la base productiva del
país, buscando una mayor democratización del poder económico.
2. El cambio en el rol del Estado, para lograr que
el proceso acumulativo se oriente a la satisfacción de las necesidades básicas
de la mayoría de la población y a la defensa de la soberanía.
3. La incorporación de mecanismos de autogestión
productiva a nivel colectivo.
4. La utilización de una planificación democrática
como mecanismo regulador de las relaciones productivas.
5. La ubicación autónoma del país frente a la
internacionalización del sistema capitalista.”
En el llamado “Golpe de Timón” Chávez
señaló abiertamente el papel de la “Democracia Socialista del siglo XXI”:
“Estamos tocando puntos claves de este proyecto,
que si no los entendemos bien y lo asumimos bien, pudiéramos estar haciendo
cosas buenas, pero no exactamente lo necesario para ir dejando atrás de manera
progresiva y firme el modelo de explotación capitalista y creando un nuevo
modelo: el socialismo venezolano, bolivariano, del siglo XXI.
Recordemos la Unión Soviética, lo que el viento se
llevó: en la Unión Soviética nunca hubo democracia, no hubo socialismo, eso
derivó y los líderes no se dieron cuenta o si se dieron cuenta no pudieron, y
el imperio aquel golpeando, la culpa no es sólo de la Unión Soviética, la culpa
fue también de todas las agresiones externas, sabotajes económicos, guerras
biológicas, bacteriológicas, bombardeos y explosiones en la industria petrolera
soviética y luego las contradicciones, las divisiones, la cultura.
Por eso el socialismo en el siglo XXI que aquí
resurgió como de entre los muertos es algo novedoso; tiene que ser
verdaderamente nuevo, y una de las cosas esencialmente nuevas en nuestro modelo
es su carácter democrático, una nueva hegemonía democrática, y eso nos obliga a
nosotros no a imponer, sino a convencer, y de allí lo que estábamos hablando,
el tema mediático, el tema comunicacional, el tema de los argumentos, el tema de
que estas cosas sean, lo que estamos presentando hoy, por ejemplo, que lo
perciba el país todo; cómo lograrlo, cómo hacerlo.
El cambio cultural. Todo esto tiene que ir
impactando en ese nivel cultural que es vital para el proceso revolucionario,
para la construcción de la democracia socialista del siglo XXI en Venezuela.”
El drama político de Chávez es el
reconocimiento en tono de autocrítica de la posibilidad de perder el rumbo de
un gobierno revolucionario, que incluso parece olvidarse de la propia legislación
sobre el Poder Popular, sobre los Consejos de Trabajadores, sobre el Sistema
Económico Comunal, sobre la Contraloria Social, sobre la Gestión de Competencia
y otras atribuciones del Poder Popular, sobre Empresas de Propiedad Social,
sobre Distritos Motores de Desarrollo, sobre Planificación Democrática, sobre
las Comunas, y sobre este ultimo punto cabe reiterar lo dicho el 20 de octubre:
“¿Dónde está la comuna?. ¿Acaso la comuna es sólo
para el Ministerio de las Comunas? Yo voy a tener que eliminar el Ministerio de
las Comunas, lo he pensado varias veces, ¿por qué? Porque mucha gente cree que
a ese ministerio es al que le toca las comunas. Eso es un gravísimo error que
estamos cometiendo. No lo cometamos más. Revisemos. Firmé un decreto creando
algo así como ente superior de las comunas. ¿Dónde está? No ha funcionado.
Nicolás, te encomiendo esto como te encomendaría mi vida: las comunas, el
estado social de derecho y de justicia. Hay una Ley de Comunas, de economía
comunal. Entonces, ¿cómo vamos a estar nosotros haciendo…?”.
“¿Dónde está la comuna, no la comuna, las comunas?
¿Dónde vamos a crear las comunas, las nuevas? Y allá en Ciudad Belén, seguimos
entregando las viviendas, pero las comunas no se ven por ningún lado, ni el
espíritu de la comuna, que es mucho más importante en este momento que la misma
comuna: la cultura comunal. ¿Me explico? ¿Será que yo seguiré clamando en el
desierto por cosas como éstas? Todos aquí tenemos que ver con esto, todos,
desde mi persona, la Presidencia de la República; aquí en torno a Miraflores
debería existir ya una comuna. Todos y todas tenemos que ver con eso; es parte
del alma de este proyecto. La autocrítica es para rectificar, no para seguirla
haciendo en el vacío, o lanzándola como al vacío. Es para actuar ya, señores
ministros, señoras ministras, las comunas, manden a buscar la Ley de las
Comunas, léanla, estúdienla. Mucha gente —estoy seguro—, no digo que ustedes,
por allá, más allá, ni la han leído, porque creemos que no es con nosotros. La
Ley de la Economía Comunal, mucha gente ni la ha leído, porque creemos, que no,
lo mío es otra cosa, eso no es conmigo. Si tú preguntas, ¿cuáles son las que
llaman comunas en construcción? Estoy seguro de que en la mayoría de esos
grandes o medianos o pequeños proyectos que estamos adelantando, desde
viviendas, ciudades nuevas, polos de desarrollo científicos, polos de
desarrollo agrícolas, como allá en la Planicie de Maracaibo, allá en el
municipio Mara, hasta por allá por el estado Sucre, donde está la gran planta
procesadora de sardinas que inauguramos hace poco, una planta grandísima, hasta
las empresas del vidrio que expropiamos, la Faja del Orinoco, no existen las
comunas. ¿Dónde las vamos a buscar, en la Luna? ¿O en Júpiter?”.
La angustía de Chávez alcanza en la
intervención pública y luego en las líneas del texto “Golpe de Timón” un
paroxismo inusual que se condensa en las siguientes lineas:
“¿Ustedes no vieron el bombardeo de papeles que
caen en el camión donde yo ando? Ahora los tiran con piedras para que lleguen,
o con flecha, la otra vez estaba una flecha con un papel en la punta: Chávez
ayúdame… que no sé qué. Bueno, la comuna, el poder popular, no es desde
Miraflores ni es desde la sede del ministerio tal o cual desde los que vamos a
solucionar los problemas. No creamos que porque vamos a inaugurar la fábrica de
Cemento Cerro Azul o la fábrica de fábricas en Guanare, o la fábrica de
computadoras, o la fábrica de satélites, o la fábrica ésta y aquella ya estamos
listos, no; o porque nacionalizamos cementos… Cuidado, si no nos damos cuenta
de esto, estamos liquidados y no sólo estamos liquidados, seríamos nosotros los
liquidadores de este proyecto. Nos cabe una gran responsabilidad ante la
historia a los que aquí estamos. Véanse las caras, véanse los ojos en el espejo
cada vez que vayan al baño o a donde haya un espejo. Yo de primero.”
Y por si fuera poco, Chávez insiste
en la necesidad de estudio y formación política para la alta dirección del
gobierno:
“¿Cuántas horas le dedicamos al estudio nosotros
cada día, a la lectura, a la reflexión? Es necesario que le dediquemos, yo
diría que varias horas al día, por encima de todos nuestros compromisos, porque
estamos hablando de los elementos vitales de este proyecto. A veces creemos que
todo debe controlarse desde Caracas, no. Se trata de crear, como dice Mészáros,
un conjunto de sistemas paralelos coordinados y de ahí la regionalización, los
distritos motores. Pero no hemos creado ni uno toda vía y tenemos la ley,
decretamos uno, pero lo decretamos y ya, y dentro de los distritos motores las
comunas. A veces podemos caer en la ilusión de que por llamar, yo soy enemigo
de que le pongamos a todo “socialista”, estadio socialista, avenida socialista,
¡qué avenida socialista, chico!; ya eso es sospechoso. Por allá alguien le
quería poner a una avenida “socialista”, panadería socialista, Miraflores
socialista. Eso es sospechoso, porque uno puede pensar que con eso, el que lo
hace cree que ya, listo, ya cumplí, ya le puse socialista, listo; le cambié el
nombre, ya está listo.”
Y dentro de la necesidad de una
revolución productiva, de instaurar nuevos modelos productivos socialistas,
Chávez insiste el 20 de octubre de 2012:
“Las fábricas construidas con fines capitalistas
llevan las marcas indelebles de su “sistema operativo”, la división social
jerárquica del trabajo en conjunción con la cual fueron construidas. Un sistema
productivo que quiere activar la participación plena de los productores
asociados, los trabajadores, requiere de una multiplicidad de procesadores
“paralelos”, coordinados de la manera adecuada, así como de un correspondiente
sistema operativo que sea radicalmente diferente a la alternativa operada de
manera central, trátese de la economía dirigida capitalista o de sus bien
conocidas variedades poscapitalistas presentadas engañosamente como
“planificación”.”
De manera que las persistencia y
reproducción de relaciones de trabajo capitalistas, de relaciones sociales de
producción e intercambio dominadas por el Capital, de formas de explotación
social, de división social jerarquica del trabajo, de formas diversas de
alienación y carencia de control directo de los trabajadores, la ausencia de
participación plena de los productores asociados, de formas que bajo la
apariencia de nacionalizaciones, de economía dirigida o de planificación, son
parte de la trama de poder y mando del Capital, sin romper estas condiciones lo
que se reproduce y prevalece es la formación socioeconómica capitalista. Todos
estos elementos describen de manera patente el drama político de Chávez de no
avanzar ni en el ritmo ni en la dirección de una alternativa post-capitalista.
Suponer que por llamar socialismo a cualquier cosa, por decretarlo, se
construye efectivamente prácticas, experiencias y culturas socialistas.
Estamos hablando del 20 de octubre de
2012: ¿Qué ha ocurrido desde entonces? Chavez habla del injerto socialista,
habla de eficiencia socialista: ¿Qué ha ocurrido desde entonces? Chávez
plantea:
“Creo que en estos años hemos acumulado
experiencia, hemos creado entes que no existían. Creo que hemos venido
acumulando recursos, inyectando recursos y seguiremos haciéndolo. Creo que
tenemos unos nuevos códigos; creo que tenemos una nueva arquitectura legal,
jurídica, empezando por la Constitución; tenemos leyes de consejos comunales,
leyes de comunas, economía comunal, las leyes de los distritos motores de
desarrollo; pero no le hacemos caso a ninguna de esas leyes; nosotros, que
somos los primeros responsables de su cumplimiento. Yo espero ver respuestas a
estas reflexiones y a esta autocrítica pública que estoy haciendo.”
¿Donde están las respuestas a todas
esas reflexiones de Chávez? ¿Dónde está la denuncia a los cotos cerrados de los
Ministerios? ¿Dónde está la integración, la interacción, comunicación,
coordinación, cruce de planes, diagnosticos, problemas, acción conjunta del
gobierno bajo el horizonte socialista?
El problema es que la intencionalidad
política de Chávez parece ser desmenuzada, diluida en el seno de una
nomenclatura que acata pero no cumple. La edificación en el seno de la revolución
bolivariana de una nueva elite encargada de la dirección de la burocracia
estatal, de ocupar posiciones administrativas claves en el gobierno, ya sea en
la producción petrolera, industrial, turística o agrícola, en el comercio
importador, en el sistema educativo, en ciencia y tecnología, en el ambiente
cultural, ha generado nuevos sistemas de privilegios derivados de la ejecución
de dichas funciones. Esta nueva elite compite efectivamente y en algunos casos
antagoniza con los viejos factores de poder derivados del llamado puntofijismo.
Pero se trata de una lucha en el seno de los sectores dominantes, sean o no
bolivarianos. No se trata de una confrontación clásica de clases dominantes y
clases subalternas, sino un conflicto entre la vieja oligarquía del dinero y
una nueva clase políticamente dominante que pretende ser reinante en el campo
económico, mediático y militar. Es allí donde se diluye la intencionalidad
revolucionaria de Chávez.
Como escribía Wright Mills en su
clásico texto: “La elite del poder”(10): Detrás de estos hombres y
detrás de los acontecimientos de la historia, enlazando ambas cosas, están las
grandes instituciones de la sociedad moderna. Esas jerarquías del Estado, de
las empresas económicas y del ejército constituyen los medios del poder; como
tales, tienen actualmente una importancia nunca igualada antes en la historia
humana, y en sus cimas se encuentran ahora los puestos de mando de la sociedad
moderna. En la sociedad, el máximo poder nacional reside ahora en los dominios
económico, político y militar.
En el pináculo de cada uno de los
tres dominios ampliados y centralizados se han formado esos círculos superiores
que constituyen las elites económica, política y militar. En la cumbre de la
economía, entre los ricos corporativos, es decir, entre los grandes accionistas
de las grandes compañías anónimas, están los altos jefes ejecutivos; en la
cumbre del orden político, los individuos del directorio político; y en la
cumbre de la institución militar, la elite de estadistas –soldados agrupados en
el Estado Mayor Unificado y en el escalón más alto del ejército. Como cada uno
de esos dominios ha coincidido con los otros, como las decisiones tienden a
hacerse totales en sus consecuencias, los principales individuos de cada uno de
los tres dominios de poder –los señores de la guerra, los altos jefes de las
empresas, el directorio político– tienden a unirse, a formar la minoría del
poder de cualquier sociedad. Celebridad, riqueza y poder requieren el
acceso a las grandes instituciones, ya que las posiciones institucionales que
los individuos ocupan determinan en gran parte sus oportunidades para conseguir
y conservar esas valiosas experiencias.
He allí una amplia coicidencia entre
un analista de la nomeclatura soviética como Voslesnky y un analista de las
altas esferas de la elite de poder del Imperialismo Norteamericano. Lo
interesante de ambas estructuras es que liquidan la posibilidad revolucionaria.
Una lección que debe aprender el proceso bolivariano.
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NOTAS:
[1] Utilizamos a modo de contraste la metáfora de
Trotsky del “Nuevo curso” para rememorar cómo en 1923, Trotsky, tan consciente
como Lenin del ascenso amenazador de la burocracia, desarrolló un programa por
el restablecimiento de la democracia soviética, vinculado a su obra “Nuevo
curso”. Las principales propuestas de este programa eran: a) ampliación de la
democracia en el seno del partido, y, en especial, posibilidad para la masa de
los miembros del partido de discutir previa y libremente las grandes opciones
económicas y políticas sin que tal debate interno se vea dominado por las
decisiones y el peso del aparato y los funcionarios permanentes; b)
reafirmación del derecho de tendencia en el seno del partido; c) desarrollo de
la posibilidad de iniciativas de los miembros de base del partido y de los
trabajadores sin partido en el seno de los organismos soviéticos; d)
fortalecimiento de los organismos soviéticos y de su carácter electivo.
4 Ya hemos elaborado la genalogía de la inscripción
de la terminología del “marxismo soviético” de finales de los años 50 y
principios de los años 60 en la frase “conciencia del deber social” expresada
por el Che en su texto sobre el “Sistema Presupuestario de Financiamiento”,
donde quedan en evidencia los hilos de continuidad de algunos planteamientos
del Che con la codificación marxista-leninista del llamado “código moral de
constructor del comunismo” en el período de Krhuschev.
6 Así mismo, cabe reconocer que los indicios y
síntomas de las enconadas diferencias entre corrientes de interpretación sobre
la “transición al socialismo” pueden seguirse en las adjetivaciones y
calificativos que ha lanzado públicamente Valderrama, desde las publicaciones
de su grupo o desde el espacio radical que promueve contra cualquier idea o
portavoz de la idea que no entre el “orden del discurso revolucionario” que
propone el equipo político de Un Grano de Maiz, funcionando como una suerte de
comisarios ideológicos. Algo del viejo estilo del martilleo estalinista contra
las desviaciones ideológicas se encuentra en la gramática de lo
“políticamente correcto” en estos espacios. La rebeldia de la irreverencia se
transfigura dialécticamente en su opuesto; es decir en dogmas escolásticos y en
diferentes tomas de postura contra quienes no opinan igual o “lo mismo”; es
decir, quienes no “opinan correctamente” de acuerdo a sus criterios: que si el
CIM es el nido de pensamiento pequeño-burgués de la revolución, que si el PCV
no merece el calificativo de “Partido Comunista” porque le hace el juego a la
derecha (haciéndole críticas al gobierno), que si la Comuna de Redes y Juan
Barreto es una muestra vergonzoza de pensamientos anarcoides de la mano de un
tal Toni Negri o de quienes quieren cambiar el mundo sin tomar el poder
(Holloway), que si el Frente Campesino Ezequiel Zamora no sabe que es la clase
obrera la que hace revoluciones socialistas, que si en el evento realizado hace
algun tiempo en la Escuela Venezolana de Planificación, donde participaron
Elias Jaua, Alí Rodriguez Araque y Rodolfo Sanz no aparecía por ningún lado una
verdadera tesis revolucionaria, que si Giordani y Meszaros son los que tienen
ideológicamente confundidos a Chávez luego de los desastrososo efectos de
“asesorías” como las de la innombrable Marta Harnecker, o el peor de los peores
(hecho social ya consumado) “el caballero Heinz Dieterich”, que si Dussel no
termina de dar en el clavo proponiendo tesis sobre el “mandar obedeciendo al
pueblo” que liquidan la necesidad de un destacamento de vanguardia
revolucionario, etc,etc.